A ocho meses elecciones en Argentina, la ecnomía de este país luce devastada, con una deuda del Banco Central que superó los US$10,6 billones y el Tesoro Nacional suma una deuda de 18 billones de pesos y una brecha cambiaria que está en máximos históricos.
Frente a todo esto, la inflación que ha sido contenida por el gobierno, se ha constituido en una bomba de tiempo para la próxima administración.
En medio del mayor derrumbe económico de esta nación, el presidente Alberto Fernández el 29 de julio del 2022 designó como ministro de Economía, a una de las columnas del oficialismo peronista, Sergio Massa, con super poderes para revivir la siniestrada economía.
De acuerdo al programa lanzado por Massa en agosto de 2022 se sustentó en tres elementos fundamentales: agudizar los controles de precios; elevar las tasas de interés nominales y acelerar el ritmo del endeudamiento tanto del Tesoro Nacional como del Banco Central (BCRA).
A un año y 6 meses de esas medidas, la economía aún se encuentra en un progresivo descalabro. Mientras, que los pasivos remunerados del Banco Central remontaron a la suma de 10,6 billones de pesos, equivalentes al 200% de la base monetaria y cerca del 12% del PBI.
La deuda del Banco Central es el principal instrumento de esterilización para la emisión monetaria, pero ya encontró su límite, y lo que en un principio fue un mecanismo transitorio para detener la inflación, se transforma progresivamente en una bomba de tiempo que amenaza con generar el efecto opuesto.
El retiro de pesos de la plaza financiera no es fortuita, requiere de emisión monetaria para pagar intereses por las Leliq y los Pases.
Esta suma de intereses ascendió a los 3,38 billones de pesos en 2022 o el equivalente al 3,82% del PBI, el llamado “déficit cuasi-fiscal”.
El virtual desarme de este déficit implica un costo inflacionario mayúsculo para el futuro, un problema de sobrante monetario que en algún momento deberá salir a la luz y sincerar los precios.
