La aspirina, que también se conoce por el nombre de su principio activo, el ácido acetilsalicílico, impide que unas células llamadas plaquetas se unan para formar coágulos.
En pacientes con cardiopatías, las plaquetas pueden aglutinarse de forma anormal, cortando el oxígeno a los tejidos y provocando un infarto de miocardio o un ictus. La aspirina diluye la sangre haciendo que las plaquetas, células que forman los coágulos, sean menos pegajosas.