Por Teófilo Quico Tabar
En referencia al período de Adviento que celebramos, expresa Monseñor Jesús Castro, obispo de La Altagracia, que la Navidad tiene un nombre: La Familia.
Porque de manera particular están presentes José, María y Jesús, que conforman lo que se conoce como la Sagrada Familia: padre, madre e hijo.
Con la característica muy especial de que ese hijo, que nació en un pesebre o lugar destinado para que los animales reposen y coman, era nada más y nada menos que el Hijo de Dios.
Jesús nació precisamente en un pesebre porque José, junto a María, embarazada y a punto de dar a luz, tuvo que ir a registrarse en otro pueblo o ciudad. En este caso, a Belén. Pero no de manera fortuita: Dios, Padre y Creador, quiso que su nacimiento se produjera en un lugar simple y sencillo.
Un signo de que lo importante no es dónde se nace, sino cómo se cría y educa, cómo se instruye y aconseja, cómo se vive.
El concepto de familia se ha concebido desde hace mucho tiempo como el de las personas vinculadas por sangre; sin embargo, con el nacimiento del Niño Jesús se convierte, sobre todo para los creyentes, en el símbolo de unidad, amor y comprensión.
Es por eso que, cuando hablamos de Navidad o Natividad para conmemorar el advenimiento de Jesús, le damos a estas festividades un carácter de integración familiar: el núcleo más importante de la sociedad. Navidad, por lo tanto, debe ser entendida como un período para festejar o celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, pero también como medio para fortalecer los vínculos entre las familias.
Estrechar los lazos entre padres, hijos, hermanos y demás familiares, incluyendo a los amigos que forman parte de los canales naturales de relaciones entre los seres humanos. Fortalecer la solidaridad, el amor y la fraternidad.
Me gustó mucho lo que dijo Monseñor Castro en el sentido de que, si queremos vivir y tener nuestra Navidad, necesitamos hacer nuestra la palabra del Ángel en Belén:
“Gloria a Dios en el Cielo. Paz en la tierra a los amados por Dios”.
Porque hoy como nunca nuestras sociedades necesitan vivir en paz y requieren de la gracia de Dios.
El espíritu de las Navidades crea innegablemente ambientes diferentes, de apaciguamiento. No importa si mucha gente se ajetrea, producto de la dinámica propia de nuestros tiempos, o tiene que aguantar tapones o hacer largas filas.
El ambiente durante el Adv