Generalísimo Shaggy Rodolfo Abinader Corona:

Rosa Hernández

“Regular la libre expresión.”
Devuelva eso, presidente. O mejor váyase con su ley.

Sobrepasado por una realidad que lo arrastra, el presidente ha optado por atacar lo único que aún lo incomoda: la verdad.

Como no ha podido con la delincuencia, ni con la corrupción, ni con el hambre que crece bajo su mandato, ahora quiere callar al pueblo.
Porque su gobierno no soporta la verdad… y mucho menos cuando se dice en coro.

Esto no tiene nada de ley; es una amenaza burda.
Un intento torpe, casi triste, de poner mordazas donde se perdió la dignidad. Es miedo, porque el sabe lo que le viene.
Es el reflejo de un presidente que no resiste la verdad y acude a la fuerza.

Pero ni siquiera para eso les alcanza.

¿Con qué moral hablan de orden, si lo único que han sembrado es caos, trampa y desvergüenza?

Lo que ustedes llaman “orden” es simplemente silencio forzado. Y eso no lo van a conseguir.

La podredumbre que los rodea es tan profunda que ni mil decretos la tapan.
Y del verdadero desorden —el moral, el institucional, el social— nos vamos a ocupar nosotros: con memoria, con principios y con esa voz que nunca han podido apagar.

Cada vez que han querido imponer el silencio, lo que ha estallado es el grito. Un grito que ningún Senado, decreto ni fuerza puede contener. El último que lo hizo terminó en el baúl de un carro.

¿De verdad creen que vamos a bajar la cabeza mientras convierten su desesperación en mordaza?

¿Que pueden tratar este país como una finca y esperar que nadie les diga las verdades en la cara?

Se equivocan. Y se equivocan feo.

¡La palabra no se arresta, presidente!

Este gobierno no aguanta diez voces presas.
Y si hace falta, yo me ofrezco primero.

Porque antes muerta que entregar lo único que aún nos queda: la voz.
Esa voz que ha costado demasiada sangre para ser entregada así, ante un grupo de cobardes que se creen dueños de la República.

Si nos van a callar, empiecen por mí. Pero van a necesitar más que leyes sucias, senadores obedientes, más que fuerza bruta.

Van a necesitar coraje.
Y de eso, ustedes, los del Palacio… están en banca rota.

Si insiste, nos veremos desde las calles… o en la cárcel.