Investigaciones científicas han vuelto a destacar el valor del rol paterno en el desarrollo emocional de los hijos, especialmente después de una separación. Según los hallazgos, permitir que los menores pasen largos períodos con su padre no solo tiene beneficios para ellos, sino también para sus madres.
«A la luz de lo que la ciencia nos muestra, parece cada vez más evidente que muchas de las cosas que hemos asumido como propias de la maternidad son también típicas de la paternidad», señala la doctora Martha Zaslow, psicóloga del Instituto Nacional de la Salud Infantil de Estados Unidos. Con esta afirmación, subraya la importancia de incluir activamente a los padres en la crianza, reconociendo que sus capacidades afectivas y educativas no son menores que las de las madres.
A pesar de los cambios sociales, legales y culturales, muchos padres continúan viéndose marginados tras una separación. La socióloga Margaret Mead ya advertía sobre el riesgo de invisibilizar al progenitor que no tiene la custodia principal: «El matrimonio es un contrato y, en la mayoría de las sociedades del mundo, se puede rescindir. Pero la paternidad no lo es y no se puede romper…», recordando que la exclusión de un padre puede tener consecuencias profundas para toda la familia.
En esta línea, un reciente estudio de la Universidad de Arizona, publicado por la Sociedad Americana de Psicología, aborda directamente la importancia del tiempo compartido entre padres separados y sus hijos. Titulado «¿Es beneficioso para los hijos pernoctar frecuentemente en la casa de sus padres separados?», el informe desafía la antigua creencia de que los constantes cambios de hogar pueden ser perjudiciales para los menores.
Las conclusiones son claras: «Pasar tiempo frecuente con el padre no solo no perjudica la estabilidad emocional del menor ni afecta la relación de este con su madre, sino que beneficia a todos: padre, madre e hijos.» La revisión de estudios previos demostró que aquellos niños que mantenían contacto continuo con sus padres, ya fuera por acuerdo mutuo o por mandato judicial, desarrollaban vínculos más sólidos con ambos progenitores en su adultez.
Además, el estudio destaca que «se ha demostrado que las relaciones de buena calidad entre el padre y sus hijos predicen una mejor salud mental de los menores a lo largo de su vida», lo cual refuerza la necesidad de revisar los modelos tradicionales de custodia.
La evidencia sugiere que la mejor alternativa después de un divorcio no es discutir quién obtiene la custodia, sino garantizar que ambos padres continúen participando activamente en la vida del menor.