La ansiedad y el miedo solo frenan el aprendizaje y dañan la salud emocional
Transformando la educación: Más allá de las calificaciones
Hablaba hace poco con una amiga que estaba horrorizada. Su hijo había tenido notas muy bajas, no había sido meritorio y ella sentía una mezcla de vergüenza y frustración por mostrar esas calificaciones. Además, por esa razón se canceló un viaje familiar que tanto esperaban. Mientras tanto, el niño, asustado, lloraba y temblaba al escuchar la reacción de su madre. Esta escena, lamentablemente frecuente en muchos hogares, pone en evidencia un problema mucho más profundo que la simple caída en el rendimiento académico.
En varios países, como Finlandia, Nueva Zelanda y Japón, se ha cuestionado y relegado la práctica de priorizar únicamente las calificaciones numéricas. En Finlandia, por ejemplo, se ha puesto énfasis en un sistema educativo centrado en el bienestar integral del estudiante, donde el aprendizaje activo, la colaboración y la educación emocional son fundamentales. Los exámenes y las calificaciones numéricas tienen un papel menos central, lo que contribuye a reducir la ansiedad escolar y fomentar el desarrollo integral.
Nueva Zelanda también apuesta por evaluaciones formativas y el desarrollo de habilidades socioemocionales, mientras que Japón ha incorporado programas para fortalecer la inteligencia emocional y reducir el estrés académico.
Expertos como Sir Ken Robinson, reconocido educador y defensor de la creatividad, señala que “un sistema educativo que mide solo lo que es fácil de evaluar con números, limita la verdadera capacidad de aprendizaje y desarrollo de los niños”. Por su parte, la psicóloga Marcela Cubillo enfatiza que “priorizar el bienestar emocional y la gestión de la ansiedad es clave para que los estudiantes puedan alcanzar su máximo potencial sin sufrir daños emocionales”.
Además, Daniel Goleman, autor de “Inteligencia Emocional”, recuerda que “los niños que reciben apoyo emocional constante en casa y en la escuela desarrollan resiliencia, mejoran su rendimiento y son más felices”. Este enfoque integral va mucho más allá de la calificación numérica y pone al ser humano en el centro del proceso educativo.
Desde mi perspectiva, el caso de mi amiga y su hijo muestra la urgencia de abandonar el paradigma de la calificación obsesiva. La ansiedad y el miedo solo frenan el aprendizaje y dañan la salud emocional. Es vital que tanto padres como educadores comprendan que la verdadera educación debe valorar el esfuerzo, la curiosidad y el crecimiento personal por encima de los números.
Las familias pueden contribuir creando espacios de diálogo, comprensión y acompañamiento emocional, mientras que las escuelas deben implementar programas de educación socioemocional, fomentar evaluaciones que valoren el progreso y no solo los resultados, y capacitar a los docentes en estas habilidades.
Solo así lograremos que niños y adolescentes aprendan con alegría, confianza y un equilibrio que les prepare para la vida y no solo para los exámenes.
¿Y tú, qué opinas? ¿Cómo podemos cambiar la manera en que evaluamos y apoyamos a nuestros estudiantes para que la ansiedad no sea parte del paquete?
