“Vengan todos que yo soy el jefe”: La unidad tradicional.



En este país, cada vez que alguien acumula aplausos o seguidores, reaparece el viejo guion:
lanza una frase bien entonada y llama a la “unidad”.

Pero la palabra unidad, si no se encarna con verdad, no pasa de ser un disfraz.

Hace poco, un joven vocero de la llamada Antigua Orden lanzó un llamado que me encendió la alarma:

“Tienen que unirse a la Orden. Tienen que escribirle a todos los grupos patrióticos que andan dispersos. Que se unan si de verdad quieren salvar el país.”

A simple vista, parece una invitación noble. Pero no lo es.
Cuando alguien llama a todos a unirse a lo suyo, no habla de unidad. Habla de absorción.

Es justo reconocer que este joven ha conectado con una parte del pueblo que ansía rescate e identidad.
Pero esta vez, en su intento de apertura, se reveló la intención de siempre.

Porque en lugar de convocar a una causa común, repite la vieja lógica del control:

“El que no se suma a lo mío, está fuera de la causa.”

Y ese es el verdadero dilema.

El pueblo quiere unión.
Pero no cualquier unión.
No busca una nueva bandera a la cual rendirse, sino un propósito al cual responder.

Y esa diferencia lo cambia todo.

Una cosa es pedir unidad para que te sigan.
Otra es convocar a una causa que nos incluya a todos.
Eso no es protagonismo. Es propósito.

Y mientras algunos convocan a obedecer, hay una propuesta distinta —estructurada, coherente y silenciosa— que plantea una unidad real:

“Unámonos. Porque si todos queremos lo mismo, ¿por qué ir separados?
Unámonos, no para seguir a un hombre ni una bandera, sino para una causa mayor.”

Durante décadas, sectores como la izquierda hablaron de unidad y lucha del pueblo,
pero nunca lograron convertir eso en fuerza concreta.

¿La razón?
Cada quien quería ser el eje.
Todos pedían unión, pero ninguno integrarse sin mandar.

Por eso seguimos como estamos:
confundiendo causa con culto,
y propuesta con figura.

Yo no estoy en esto para engrandecer nombres.
Estoy aquí porque este país necesita dirección.

No creo en la unidad que exige rendirse.
Creo en la que nace del respeto y del compromiso con algo mayor.

No me interesan estructuras que repiten lo mismo.
Me interesa ser parte de lo que transforma.

Que esta vez no se repita la escena de siempre:
un nuevo personaje llamando a todos a unirse… bajo su sombra.
El país no aguanta otra farsa con forma de esperanza.

La patria no necesita más jefes.
Necesita dirección ética.

Y ahí, yo tampoco cedo.

Texto original de Rosa Hernández. Redactado con pensamiento humano y potenciado con herramientas de IA.

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