La hipocresía mediática frente al poder militar
Cuando @DonaldTrump anunció en Washington un desfile militar para conmemorar el 4 de julio, los medios de comunicación de corte progresista se apresuraron a condenarlo. Bastó el anuncio para que lo tacharan de autoritario, guerrerista y populista.
El despliegue fue, en realidad, moderado: una muestra sobria de disciplina y marcialidad que buscaba resaltar el patriotismo y la grandeza de Estados Unidos.
Sin embargo, para la prensa “woke” la narrativa estaba escrita de antemano: cualquier gesto de afirmación nacional proveniente de Trump debía ser visto como amenaza al orden democrático.
Lo paradójico y revelador es, que esos mismos medios han celebrado sin reservas y hasta el «climax mental», el reciente desfile militar de China, con motivo del 80 aniversario de su guerra contra Japón. Allí no hubo mesura: fue un despliegue mastodóntico de armamentos sofisticados, tanques de última generación y misiles intercontinentales. Una clara exhibición de poderío bélico en un contexto geopolítico cada vez más tenso.
Pero en lugar de advertir sobre autoritarismo, belicismo o imperialismo, la prensa internacional optó por los elogios y las justificaciones, presentando a China como un actor que simplemente reafirma su identidad histórica y su lugar en el mundo.
¿A qué se debe esta diferencia de tratamiento? La respuesta es evidente: a la profunda carga ideológica que contamina el relato mediático global. Para el progresismo, esto es, el marxismo en todas sus vertientes, Estados Unidos representa la civilización judeocristiana y el paradigma del capitalismo liberal que hay que desacreditar a toda costa.
En cambio, China, aunque sea una dictadura de partido único, con censura sistemática, represión política y expansionismo militar, es presentada como un contrapeso “legítimo” al modelo occidental.
El doble rasero es más que una incoherencia; es parte de una estrategia cultural. Al atacar cualquier expresión de fortaleza o identidad nacional en Occidente, mientras se relativizan los excesos de regímenes autoritarios, la izquierda mediática busca debilitar los fundamentos de la civilización que ha generado mayor libertad, prosperidad y progreso en la historia: la civilización judeocristiana.
No es casualidad que EE.UU. sea constantemente demonizado, mientras los silencios y las complacencias abundan frente a gobiernos que encarnan el autoritarismo real.
En definitiva, la cobertura desigual de los desfiles militares de Trump y de Xi desnuda una verdad incómoda: para ciertos sectores, no se trata de defender la democracia o la paz, sino de erosionar al enemigo ideológico que consideran principal.
El problema no es el desfile militar en sí, sino quién lo encabeza. Y allí radica la gran hipocresía de nuestro tiempo.
