No soy periodista



Marino Beriguete

No soy periodista. Y lo digo con el respeto que se le debe a una vocación que, cuando se ejerce con dignidad, es una forma de heroísmo.

Últimamente, desde que publico columnas, me han presentado en foros, charlas y programas como “el periodista fulano”, y cada vez que escucho esa palabra usada conmigo, me incomoda.

Me incomoda como a un pianista aficionado que, por tocar en una fiesta, lo llamaran concertista. No, no es lo mismo.

Yo escribo. Eso es todo. Escribo como quien mira por la ventana y trata de entender el mundo que pasa frente a sus ojos. Aprendí a escribir leyendo a Faulkner, y a Borges. Con ellos comprendí que la literatura no es un espejo, sino un cuchillo: uno que corta y revela lo que hay debajo de las formas.

Después leí a Sartre y entendí que no basta con mirar, que hay que tomar partido. Que escribir también es una manera de elegir.

Pero el periodismo es otra cosa. El periodista no se limita a pensar; investiga. No se contenta con opinar; contrasta. No lanza frases; denuncia, incomoda, ilumina. El periodista tiene una brújula ética que le exige precisión, contexto, responsabilidad.

No puede permitirse el lujo de la metáfora confusa ni del adjetivo fácil. Yo, en cambio, escribo desde la libertad del que no tiene que demostrar nada, más allá de una convicción íntima y a veces, admito, una cierta rabia.

Los periodistas de verdad —los buenos, los valientes— como Miguel Guerrero, hacen una labor imprescindible en estos tiempos en que el poder miente con descaro y las redes sociales repiten esas mentiras con entusiasmo.

Son ellos los que, con su terquedad y su rigor, nos recuerdan que no todo es espectáculo, que la verdad no es un trending topic sino una conquista diaria.

Yo no soy uno de ellos. Soy un escribidor. Uno que, como decía un viejo maestro, apenas sí sabe poner en orden sus obsesiones. Escribo sobre lo que me inquieta, sobre lo que me parece injusto o absurdo, sobre lo que quisiera que fuera distinto. Lo hago desde el margen, desde la sombra, con la certeza de que alguien, tal vez, lo leerá y pensará: “yo también lo veo así”.

No es periodismo. Es otra cosa. Tal vez menos útil. Tal vez más libre. Pero no por eso menos necesaria.

Demuéstreme que estoy equivocado…

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