Maduro tiene los días pasados



por Antonio Ledezma

«Maduro tiene los días “pasados”: agotados en legitimidad, moralidad y sustento popular.»

El presidente Donald Trump, con su característica franqueza, ha declarado que «Maduro tiene los días contados». Corresponde a sus voceros autorizados explicar el alcance y las implicaciones de tal aseveración, aunque para buen entendedor, no hacen falta muchas palabras.

Mi propósito aquí no es interpretar lo dicho por el presidente estadounidense, sino describir por qué, en los hechos, Nicolás Maduro tiene ya los días «pasados», agotados, caducos, en términos de legitimidad, moralidad y sustento popular.

Un mandato sin legitimidad
Maduro es un usurpador. Así de simple, tal como se lee y suena. Su presidencia es el resultado de un fraude continuado.

Todo comenzó con las elecciones espurias de mayo de 2018, un ejercicio viciado que sentó las bases para la consolidación de una dictadura. Sin embargo, el punto de no retorno se alcanzó el pasado 28 de julio de 2024, cuando el pueblo venezolano, de manera contundente e inequívoca, eligió a Edmundo González Urrutia y María Corina Machado como sus líderes legítimos.

«El 28 de julio de 2024 el pueblo habló con claridad: Maduro perdió.»

El veredicto internacional
El régimen, incapaz de aceptar la voluntad popular, procedió a robar el resultado electoral. Este golpe de Estado descarado y ejecutado en combinación con la mascarada del “Poder Electoral y Judicial” maniatados por el régimen. Esa barbaridad ha sido denunciada por la casi totalidad de los mandatarios del mundo libre.

La comunidad internacional ha dejado claro que Maduro perdió, que carece de legitimidad de origen y que solo se mantiene en el poder mediante la fuerza bruta y la represión sistemática.

Salvo contadas excepciones —los gobiernos de Colombia, México y Brasil, que con una calculada ambigüedad se escudan en pedir a Maduro que «presente las actas»—, el mundo sabe la verdad.

Maduro no ha presentado las actas, ni lo hará jamás, porque hacerlo sería presentar su «acta de defunción» y por lo tanto confesar el fraude monumental, el golpe de Estado que ha propiciado desconociendo el mandato popular expresado en las urnas.

Represión y delitos
Maduro tiene los días «pasados» porque su gestión es una cadena ininterrumpida de delitos y violaciones contra los derechos humanos. Basta citar el mes de octubre que acaba de finalizar: 53 personas fueron detenidas arbitrariamente.

Es un número espeluznante, más del doble de los rehenes que fueron liberados en la Franja de Gaza con ocasión del acuerdo de cese al fuego promovido, precisamente, por el presidente Trump. Esto no es un gobierno, es una maquinaria de terror.

«Cuando no hay actas, hay miedo. Cuando no hay ley, solo queda la fuerza.»

La ruina institucional
La realidad venezolana es desoladora. Desde que Hugo Chávez asumió el poder, la separación de poderes ha ido desapareciendo progresivamente.

Hoy, ningún poder público —incluido el judicial, secuestrado y degradado— es autónomo. Todos son herramientas dóciles al servicio de una dictadura que ha terminado aliada con el narcotráfico y el terrorismo internacional.

El destino de un país sin separación de poderes es la ruina. Una democracia real necesita de contrapesos, en donde, por ejemplo, la alternancia en el poder, y la rendición de cuentas por los recursos de la nación, para evitar que sean manejados al antojo de la cúpula tiránica, como ocurre en Venezuela, pepetren el latrocinio más descomunal de la historia de la humanidad, mientras el pueblo sufre la peor crisis humanitaria de nuestra historia.

Conclusión
Por todo esto, y mucho más, la frase del presidente Trump resuena con fuerza. Maduro no solo tiene los días contados, sino que, de cara al veredicto de la historia y a la voluntad de su propio pueblo, ya son días pasados.

La justicia y la democracia prevalecerán.

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