Por Daniel Toribio
El Banco Central reportó esta semana que el Indicador Mensual de Actividad Económica (IMAE) creció 1.1 % en septiembre y 2.2 % en enero-septiembre.
El propio gobernador estima 2.5 % para el cierre de 2025, es decir, la mitad del 5 % proyectado a inicios de año, lo que constituye la séptima revisión a la baja del crecimiento.
El Gobierno insiste en que la desaceleración obedece al “entorno internacional”. Sin embargo, los datos cuentan otra historia. El Brent se movió mayormente entre US$63 y US$73, con proyecciones de US$60- US$68, muy por debajo de los US$85 presupuestados: no hubo shock externo.
Al contrario, los pilares externos lucen sólidos: 8.6 millones de visitantes a septiembre con ingresos por turismo de US$8,500 millones; remesas por US$8,900 millones; exportaciones por US$11,600 millones; e IED de US$4,000 millones a septiembre, con cierre proyectado en US$4,800 millones.
Si el sector externo empuja, el freno está adentro. Hay tres cuellos visibles: (1) el gasto de capital llegó tarde, fue escaso y con ejecución lenta; (2) la transmisión de la política monetaria es incompleta -aunque la tasa de política bajó a 5.50 % y se habilitó un programa de liquidez por RD$81,000 millones (colocados RD$66,000 millones), la tasa activa de la banca aún ronda 13.9 %-; (3) trabas regulatorias y de compras públicas que dilatan decisiones de inversión.
Aun con señales de mejora -tasa pasiva en 6.6 %, préstamos privados creciendo 9.0 % y solvencia del sistema en 18.4 %-, el crédito productivo sigue caro para un ciclo que necesita oxígeno.
El ministro de Hacienda, Magín Díaz, califica 2025 como un año “desafiante” por la coyuntura internacional. El presidente Abinader, en cambio, sostiene que “hay abundancia de divisas” y no ve justificación para la presión cambiaria.
El propio Banco Central refuerza ese cuadro con reservas cercanas a US$13,300 millones (10.4 % del PIB y casi cinco meses de importaciones) y una inflación de 3.76 %, dentro de la meta.
El relato oficial, así, resulta contradictorio: con fundamentos externos firmes, la explicación no puede descansar en el mundo.
La salida no es retórica; es gestión. Urge acelerar obras públicas de alto multiplicador (agua, mantenimiento vial, vivienda social), destrabar permisos y compras, y abaratar el financiamiento productivo profundizando la transmisión monetaria y la competencia en el sistema financiero.
Con el viento externo a favor y reservas holgadas, el margen de maniobra es doméstico.
Negarlo prolonga la desaceleración; reconocerlo es el primer paso para volver al 4-5 % potencial y, de paso, recomponer la confianza de hogares y empresas que hoy posponen consumo e inversión a la espera de señales claras.
