Nueva York ya no sueña: el desafío de Mamdani ante una ciudad en retirada



Un análisis sobre el reto político y económico que enfrenta Zohran Mamdani al asumir el liderazgo de una ciudad que perdió parte de su brillo, su confianza y su rumbo fiscal.

Nueva York está dejando de ser lo que fue. La ciudad que una vez simbolizó el éxito, la innovación y la energía sin pausa hoy vive un momento de introspección. Desde la pandemia, la urbe más emblemática del mundo ha visto cómo miles de empresarios, familias y talentos han decidido marcharse.

Las cifras de población y de recaudación fiscal cuentan una historia incómoda: la ciudad está perdiendo su atractivo económico y, con él, parte de su identidad.}

Zohran Mamdani llega a la alcaldía en medio de ese silencio incómodo que deja el cansancio colectivo. Su discurso —lleno de idealismo, de justicia social y de promesas de equidad— toca fibras sensibles.

Pero la pregunta de fondo es si podrá convertir la poesía de su narrativa en una gestión posible dentro de los márgenes presupuestarios actuales.

Los neoyorquinos han visto descender su poder adquisitivo en más de un 10% en los últimos 20 años, el teletrabajo vació los edificios que antes eran el corazón económico de Manhattan.

Las oficinas cerradas se convirtieron en torres de vidrio sin propósito. Los restaurantes, tiendas y servicios que dependían del flujo laboral están colapsando. Y mientras tanto, la élite económica decidió mudarse a estados con menos impuestos y más sol. Florida se está volviendo el nuevo Manhattan, solo que sin metro ni nieve.

Nueva York ahora enfrenta un dilema estructural: cómo mantener un sistema público costoso —transporte, educación, seguridad y vivienda— con una base fiscal que ha perdido en los últimos años más de 14,000 millones de dólares anuales por la estampida de millonarios y empresas, dejándola cada vez más pequeña.

El romanticismo progresista de redistribuir riqueza tropieza con la realidad de que la riqueza, simplemente, ya no está allí.

Mamdani ha prometido una ciudad más justa, más humana y más participativa. Pero gobernar es administrar la escasez, y las cifras no perdonan. El presupuesto municipal no soporta todos los sueños a la vez. No hay margen para bajar impuestos, ni espacio para grandes expansiones del gasto público.

Si quiere cumplir parte de su agenda, tendrá que negociar con los sectores que desconfían de él y construir alianzas con un empresariado que lo mira con recelo. El liderazgo no se demostrará en los discursos, sino en su capacidad para gobernar sin destruir la confianza que queda.

El alcalde enfrenta el reto más difícil: ser progresista en tiempos de vacas flacas. Reformar el modelo económico de Nueva York requiere una visión que combine sensibilidad social con eficiencia.

No basta con prometer, hay que priorizar. No basta con señalar desigualdades, hay que resolverlas con realismo.

En este contexto, cada dólar invertido, cada decisión fiscal, cada reforma urbana será un mensaje político. Nueva York necesita más que esperanza: necesita gestión, coraje y una narrativa que vuelva a unir a sus habitantes en torno a un propósito común.

Hay ciudades que mueren por falta de recursos y otras por falta de sentido. Nueva York corre el riesgo de ambas. Si Mamdani logra reactivar su economía, restaurar la confianza y hacer que los neoyorquinos vuelvan a creer en su ciudad, habrá escrito una página memorable.

Si no, será recordado como un alcalde brillante en discurso, pero prisionero de la realidad.
La historia no se escribe con intenciones, sino con resultados, veamos el ejemplo de Detroit . Y hoy, la gran pregunta que flota sobre los rascacielos es inevitable:

¿podrá Mamdani devolverle el sueño a una ciudad que dejó de soñar?

Por: Leonardo Gil. Consultor comunicación política y de gobierno.

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