Por Daniel Toribio
Este martes 18 de noviembre el Banco Central de la República Dominicana publicó, en espacio pagado y a tres páginas y media, en todos los periódicos de circulación nacional, su más reciente informe sobre la inversión extranjera directa (IED).
El documento fue recibido con entusiasmo por marcar un récord: USD 4,523 millones en 2024.
En medio de una caída de los flujos globales, el dato luce impresionante y coloca al país entre los principales receptores de capital en América Latina. Pero detrás de ese logro macroeconómico hay una realidad más compleja que obliga a mirar más allá del titular.
El punto más débil del informe es la ausencia de un desglose detallado de los componentes de la IED. La inversión extranjera no es un bloque homogéneo: se compone de aportes de capital fresco, reinversión de utilidades y préstamos entre empresas vinculadas. Esa diferencia es clave para evaluar el impacto real sobre la economía nacional, en términos de entrada neta de divisas, creación de empleo y generación de nuevas capacidades productivas.
Investigaciones complementarias estiman que solo el 60 % de la IED de 2024 fue capital nuevo, mientras que el 37 % correspondió a reinversión de utilidades. Más de un tercio del monto reportado no representa entrada fresca de recursos, sino utilidades generadas por empresas ya instaladas que decidieron no repatriar.
La reinversión de utilidades es una señal de confianza por parte de los inversionistas ya establecidos, pero no representa una entrada neta de divisas a la economía, sino un asiento contable de ganancias generadas localmente que se quedan en el país. No tiene el mismo efecto que una nueva inversión sobre la balanza de pagos ni sobre la dinamización de los sectores productivos.
En ese contexto, la política de aftercare -mencionada por el BCRD como clave para estimular reinversiones- es necesaria, pero no suficiente.
Sin estrategias claras para atraer capital productivo con alto valor agregado, el país corre el riesgo de acomodarse en un modelo de IED de bajo dinamismo.
Por eso resulta indispensable que los informes oficiales incluyan el desglose completo de la IED, para una lectura más precisa y útil de los datos. Al mismo tiempo, urge reorientar la política de atracción de inversión hacia sectores estratégicos que no solo prolonguen la presencia del capital existente, sino que incorporen nuevas capacidades tecnológicas, fortalezcan los encadenamientos productivos y diversifiquen la matriz exportadora.
De lo contrario, el récord de inversión corre el riesgo de ser, más que un logro estructural, una ilusión estadística.