La Seguridad Social Convertida en el Gran Negocio de la élite Financiera (1-2)



Por Isaías Ramos

En nuestra constitución el artículo 60 trata sobre el derecho a la seguridad social: “Toda persona tiene derecho a seguridad social. El Estado estimulará el desarrollo progresivo de la seguridad social para asegurar el acceso universal a una adecuada protección en la enfermedad, discapacidad, desocupación y la vejez”. Además, el derecho a la seguridad social lo encontramos en una infinidad de tratados y convenciones internacionales, como son la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 que como Estado hemos ratificado.
Sin embargo, es la Ley 87-01 la que permite que el Sistema de Seguridad Social le abra las ventanas al sector privado para que, a través de las AFP y las ARS, usufruten los fondos de pensiones y de salud. Esto, no con el fin garantizar los derechos de pueblo trabajador, sino el lucro de unos pocos a costa de la miseria y el hambre de aquel que sale a trabajar cada mañana en busca de un porvenir, que nunca le llegará.
Estas instituciones creadas bajo esta ley son una nueva manera de opresión y saqueo que, en complicidad con la élite política y la inconsciencia de los congresistas, perpetúan la miseria del pueblo. Estas son empresas que nunca debieron de existir, ya que debieron de concebirse para el bienestar de todos, y no para el provecho de una élite, dejando al trabajador con las manos vacías y un futuro incierto lleno de vicisitudes. Es un atropello no solo inhumano y abusivo, si no también indignante, esta manera de seguir incrementando la pobreza eterna para satisfacer los caprichos de una ambición de generar poder y acumular riquezas.
Estos grupos a la fecha se han beneficiado con un aproximado de unos 6 mil millones de dólares, mientras que los fondos de pensiones no sobrepasan a los 14 mil millones de dólares como valor nominal. Lamentablemente eso solo existen en papeles, pues aproximadamente el 80% de esos fondos están en mano del Estado, a través de instrumentos financieros de deudas del Banco Central y el Ministerio de Hacienda, quienes aparentemente han “canibalizados» estos fondos para cubrir déficits presupuestarios de los diferentes gobiernos.
Para que devuelvan ese patrimonio a manos de aquel que sale de sol a sol a trabajar, lo más probable es que apliquen más impuestos, o a través de expansión monetaria. Esto último podría causar que se repita la crisis financiera del 2003, donde la inflación arrastró a una gran parte de la clase media a la pobreza y muchos pobres a la pobreza extrema. Es recurrente en este sistema político y económico lo de socializar las pérdidas y capitalizar las ganancias. Desde ya la élite se embolsillo unos 6 mil millones de dólares por ser un simple intermediario entre el Estado y el trabajador. Mientras el trabajador aún no tiene nada asegurado. ¡Cuánta suerte para unos pocos y cuantas desdicha para millones!
Llegó la hora de poner el dedo en la llaga y realizar los cambios estructurales que amerita la Ley 87-01, para ponerla acorde a los principios y enunciado de nuestra constitución. Esta situación se debe encarar con energía y determinación. Es un deber patriótico comenzar a cerrar esa brecha causada por tanta injusticia. Lo más adecuado será honrar esos fondos de pensiones que han sido dilapidado en los diferentes gobiernos con canjes de bienes productivos que aún el Estado conserva, como son los bancos comerciales, las generadoras de energía, entre otras.
Esos bienes deben ser parte de la formación de una corporación autónoma y soberana que administre e invierta en los bienes de capital que demanda la sociedad, con servicios eficientes, de
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calidad y competitivos, como los de energía alternativa, agua, y vivienda que generen ganancias a favor del pueblo, la clase trabajadora, los emprendedores, los productores e industriales y el sector empresarial. Esos recursos que hoy se lleva la élite deben ser traspasarlos para el bienestar del pueblo trabajador. Naciones como Singapur, Suecia, Canadá y otras, han desarrollado este modelo de manera muy exitosa y de gran bienestar para su población. ¡Es así que lograremos un círculo virtuoso en beneficio de todos!

¡RD SI PUEDE!

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