Mirada cautelosa a la reducción de la jornada laboral



El Ministerio de Trabajo de República Dominicana está considerando experimentar, a través de un plan piloto, con una política de reducción de la jornada laboral. Esta iniciativa se inspira en proyectos similares realizados en Inglaterra y en prácticas de empresas como Microsoft en Japón. Sin embargo, es importante señalar que estos son dos paradigmas muy específicos, que no se han implementado, hasta donde tengo información, en economías similares a la nuestra.

La propuesta inicialmente puede parecer audaz: mantener el 100% del salario y la productividad, reduciendo un 20% la jornada laboral. Según el Ministerio, esta medida ha generado resultados positivos en el Reino Unido, tales como un aumento del 35% en las ganancias de los negocios y una disminución significativa del estrés laboral y la rotación de personal. Aunque la idea de trabajar menos horas puede ser seductora para muchos, en la estructura productiva de República Dominicana no debería verse como una solución tan simple.

No obstante, esta propuesta no ha sido recibida de manera unánime en la esfera empresarial dominicana, que por alguna razón ha optado mayoritariamente por el silencio. Una fuente corporativa me ha expresado su preocupación válida respecto al impacto económico y operativo de esta medida en industrias y empresas de servicios de funcionamiento continuo.

Reducir la jornada de 44 a 36 horas implicaría un aumento en los costos laborales para las horas adicionales, dadas las regulaciones actuales del Código Laboral. Además, podría generar desafíos en la productividad, especialmente en la coordinación entre áreas administrativas y operativas, así como en procesos críticos como la distribución.

Este argumento pone de relieve una preocupación fundamental: la capacidad de las industrias dominicanas para adaptarse a un modelo que, si bien prometedor en términos de bienestar laboral y eficiencia en otros contextos, podría no ser directamente transferible a la realidad específica de República Dominicana.

Hay que considerar la diferencia entre la estructura productiva y de eficiencia de países como Reino Unido, con sistemas posiblemente más avanzados en términos de medición y gestión de la productividad, frente a la realidad dominicana, donde aún no se ha calculado completamente la productividad nacional.

Este debate nos lleva a una interrogante crítica: ¿Es adecuado aplicar modelos de trabajo reducido en un país cuyo modelo productivo y sistema de medición de productividad difieren significativamente de aquellos donde dichos modelos han tenido éxito? La respuesta a esta pregunta no es sencilla y requiere de un análisis profundo que considere las particularidades económicas, culturales y sociales de República Dominicana.


Por tanto, en lugar de centrarse únicamente en la reducción de la jornada laboral, ¿por qué no nos sentamos a diseñar una reforma laboral integral que mejore las condiciones tanto de los trabajadores como de las empresas? Esto permitiría abordar no sólo la duración del trabajo, sino también otros aspectos clave que impactan la eficiencia y la satisfacción laboral.

En conclusión, mientras que la reducción de la jornada laboral presenta una oportunidad para mejorar la calidad de vida de los trabajadores y potencialmente aumentar la productividad, es fundamental que cualquier implementación de esta política sea precedida por un estudio detallado del impacto que podría tener en el modelo productivo específico del país. Solo así se podrán tomar decisiones informadas que beneficien tanto a los trabajadores como al sector empresarial, asegurando un desarrollo sostenible y equitativo para la nación.

Victor Bautista

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