Tecnificación del sector agrícola espera por respaldo del sistema financiero



El sector agrícola fue alguna vez uno de los pilares de la economía dominicana. Hoy, sin embargo, se ha quedado rezagado, a pesar de que se considera una actividad transversal que constituye un valor agregado a las demás actividades económicas.

La agricultura es importante para las economías de la región: representa entre el 5% y el 18% del producto interno bruto (PIB) en 20 países de América Latina y el Caribe, y una proporción aún mayor cuando se consideran las contribuciones más amplias a través de los sistemas alimentarios. En Haití, por ejemplo, el sector agrícola representa alrededor del 20%.

En República Dominicana, los datos más recientes indican que representa algo más del 6%, según datos del Banco Central. Esta participación ha ido declinando a lo largo del tiempo, desde el 6.5% en 2007 al 5.1% en 2018 y el principal motivo se debe a que los demás macrosectores (industria y servicios) han crecido de manera más acelerada.


Un claro ejemplo es la apuesta al sector servicio, como turismo, y demás ingresos que dependen, en gran medida, del exterior. Es decir, inversión extranjera directa (IED), remesas, zonas francas (que están donde reciban más facilidades) o la llegada de turistas, que van a los destinos populares.

“Ha ido quedando relegado a pesar de que, desde el punto de vista, tal vez, neto, el sector agrícola ha ido incrementando su aporte al producto interno bruto, relativamente se ha mantenido relegado en términos de lo que representa en el espectro económico”, dijo a elDinero Claudio Caamaño Vélez, director ejecutivo de la Comisión de Fomento a la Tecnificación del Sistema Nacional de Riego.


Los subsectores agrícolas, para los países, no solamente son de relevancia por su impacto directo en la economía, sino que son la base de la estabilidad social, y hasta cierto punto, como explica Caamaño, de rentabilidad política. “Son la garantía del abastecimiento de alimentos”, añadió.

Tecnificación de riego
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La agricultura emplea el 85% del agua, por esto se desarrolló sistemas que permitan ahorrar como el sistema de riego por goteo.
Pese a ese panorama, el sector agrícola dominicano continúa rezagado. “La verdad es que uno de nuestros retos ha sido colocar este tema en la agenda de nuestro país”, explicó. La tecnificación de riego, si bien no es algo nuevo o novedoso, en República Dominicana, no ha sido implementada en las proporciones deseadas. Esta práctica proporciona mayor eficiencia en el uso del agua y fertilizantes, así como producción de mejor calidad y, como resultado final, más ingresos económicos para los agricultores.

Aun así, la cantidad de productores que tienen la tecnificación de riego está por debajo del 10%. En el país el 82% del agua se destina a la agricultura, y de ese porcentaje más del 50 % se pierde por la baja eficiencia del sistema de riego tradicional.

Estudios especializados indican que solo un 10% de los terrenos cultivados cuenta con riego tecnificado, y de los 12 millones de tareas con vocación productiva que hay a nivel nacional, solo cinco millones se dedican a la producción intensiva. “Esto significa que apenas estamos usando el 40% de nuestra capacidad de producción agropecuaria”, cita una publicación gubernamental.

Para contextualizar
El simple uso correcto del agua podría disminuir el precio de los alimentos, además de abrir nuevas oportunidades de mercado, estima Caamaño. En el país, el 90% de los sistemas de riego son tradicionales, remontándose en gran medida a métodos del siglo XVI, lo cual plantea retos en la competitividad actual. “Cuando se coloca un sistema de riego, se puede multiplicar por dos, incluso, por cuatro, la producción. En algunos rubros, se puede multiplicar hasta por 10”, señala Caamaño, sobre la importancia de implementar prácticas como la tecnificación de riego.

Dados sus beneficios, ¿cuánto puede costar implementar este sistema? Y todavía más importante ¿Por qué los agricultores no lo aplican? La implementación de sistemas de riego tecnificado representa un desafío financiero significativo para los agricultores, con un costo promedio de RD$30,000 por tarea, lo que podría llegar a un millón de pesos para una operación de 100 tareas. Este desembolso resulta especialmente difícil para pequeños productores, muchos de los cuales nunca han tenido acceso a esa cantidad de capital, lamenta Caamaño, quien agrega que el agua no es solo un recurso natural, sino también económico y se pierde en los en los campos de cultivo.

“En el terreno es donde esa agua pasa de ser un recurso natural para convertirse en un factor de producción, y, en consecuencia, en un recurso económico. Los sistemas de goteo ayudan también a incrementar el valor económico del agua, o sea, el potencial que el agua tiene para generar riquezas”, dijo.

Sin embargo, la adopción masiva del riego tecnificado enfrenta tres barreras principales: cultural, técnica y económica. Caamaño asegura que la barrera cultural se ha ido desvaneciendo con el tiempo, ya que los productores han comenzado a aceptar y comprender la eficacia del riego tecnificado. No obstante, persisten las barreras técnicas y económicas.

Los agricultores reconocen que el riego tecnificado funciona, pero muchos carecen de comprensión sobre su funcionamiento, lo que impide su plena adopción. Para superar esta barrera, se están llevando a cabo capacitaciones para brindar a los agricultores el conocimiento necesario sobre cómo operar y mantener estos sistemas.

Respecto a la barrera económica es donde entra en juego el sistema financiero dominicano que, si bien ha jugado un papel determinante en la solidificación de sectores como el turismo, y el aumento del parque vehicular, no ha sido así con el sector agrícola.

Sistema financiero
Un informe de la Superintendencia de Bancos (SB), señala que, en los últimos diez años, los créditos al sector agropecuario han experimentado un crecimiento sostenido. Estos alcanzaron a diciembre de 2022 la suma de RD$105,062 millones, para un incremento de RD$71,502 millones. Solo ese año, los montos destinados a esa actividad crecieron un 6.9%, es decir, RD$6,803 millones. Sin embargo, la cartera agropecuaria representaba un 11.5% del total del balance de créditos comerciales del sistema financiero. En pocas palabras, es de los “menos representativos” de la banca.

“La agricultura ha sido un sector no muy atractivo para el sistema financiero. ¿Por qué? Está sujeta a muchos factores de riesgo. Aquí hay ciclones, tormentas, variaciones de los precios, etcétera. Entonces ha sido un sector que, por sus riesgos, por su complejidad, el sistema financiero, no se ha sentido muy atraído”, sostiene Caamaño. Como resultado, los productores se han visto una situación que califica de “incómoda” para poder desarrollar inversiones que eficienticen su producción.


Superintendencia de Bancos. | Fuente externa
Para hacer crecer ese número de fondos destinados al sector agrícola, Caamaño entiende se debe fomentar la confianza y la inversión de los productores en la modernización de sus sistemas de riego. A partir de ese punto, la institución que representa se encuentra trabajando en una estrategia en colaboración con entidades del sector financiero.

Esta estrategia busca crear condiciones propicias para que estas entidades, incluyendo el Banco de Desarrollo y Exportaciones (Bandex), el Banco Agrícola, bancos privados, incluyendo el Banco de Reservas (Banreservas), así como cooperativas de ahorro y crédito se sientan interesadas y seguras en ofrecer productos financieros dirigidos al sector agrícola.


De acuerdo con Caamaño, se ha identificado que la mayoría de los préstamos agrícolas se destinan a gastos de producción básicos, como semillas, fertilizantes y mano de obra. Por lo tanto, se encuentran trabajando en la creación de productos financieros específicos que aborden las necesidades de inversión en tecnología de riego, facilitando así el acceso de los agricultores a fondos para la modernización de sus sistemas de riego y, en última instancia, mejorando su productividad y sostenibilidad a largo plazo.

“Muy poco, una parte muy pequeña, son préstamos para mejorar las capacidades productivas de ese predio. Son préstamos que solo sostienen la producción, pero no ayudan a incrementarla o mejorar la rentabilidad de los productores”, lamenta. Al otorgar préstamos para la compra de insumos básicos como semillas, fertilizantes y mano de obra, los agricultores se encuentran atrapados en un ciclo de endeudamiento continúo.

Sin embargo, Caamaño asegura que, al proporcionar financiamiento para la modernización de los sistemas de riego y la mejora de la eficiencia, los agricultores experimentan un aumento en la productividad y la rentabilidad, lo que a su vez les permite acumular riqueza y fortalecer su poder adquisitivo. Entiende que esto desencadena un ciclo de enriquecimiento que beneficia tanto a los agricultores como a la economía en general.

Solución
Actualmente, desde el organismo que representa, están trabajando en la estrategia financiera para promover la inversión en sistemas de riego tecnificado. A través de jornadas de capacitación dirigidas a gerentes y técnicos del Banco Agrícola y otras entidades financieras, se ha logrado aprobar una política interna que garantiza el apoyo a los productores que buscan financiamiento para modernizar sus sistemas de riego.

Esta colaboración se ha extendido al Instituto Nacional de Administración Pública (Inap), que ha validado los cursos de formación ofrecidos a técnicos de diversas instituciones, incluido el Banco Agrícola y el Ministerio de Agricultura.

La meta es que los bancos se interesen en financiar infraestructura productiva, como los sistemas de riego, lo cual podría ser más rentable a largo plazo que otros tipos de préstamos. Se plantea la posibilidad de que los bancos organicen ferias de préstamos para financiar proyectos de infraestructura de riego, pero se reconoce la necesidad de establecer plazos y períodos de gracia adecuados para este tipo de financiamiento, dada la naturaleza de las inversiones agrícolas.

Además, se destaca la importancia de que instituciones tengan planes y programas para facilitar el acceso a financiamiento y promover emprendimientos en el sector agrícola.

La banca y el sector agrícola
Desde diciembre de 2020, se ha observado un aumento en la cartera agropecuaria, particularmente en el segmento agroindustrial y de comercio agropecuario, indica una publicación de la Superintendencia de Bancos (SB). El informe detalla que, históricamente, la cartera destinada a la producción agrícola y ganadera ha experimentado un crecimiento más lento en comparación con la cartera agroindustrial y de comercio.

En diciembre de 2022, la distribución de la cartera agropecuaria en el sistema financiero mostraba que el 44.7% de los créditos se destinaban a grandes empresas, el 23.2% a microempresas, el 19.2% a personas físicas para fines agropecuarios y el 12.9% restante a pequeñas y medianas empresas, así como a otros tipos de clientes.

Además, se observa que el 53.9% de la cartera agropecuaria se concentra en mayores deudores, el 42.3% en menores deudores, el 2.4% en medianos deudores y el 1.4% en microcréditos. A pesar de esto, el índice de morosidad ha mostrado una tendencia a la baja desde 2019, ubicándose por debajo del promedio de la cartera comercial total, con un 0.6% en diciembre de 2022.

Además, tanto para los créditos otorgados en moneda nacional como extranjera, el sector agropecuario presenta un costo de financiamiento más bajo en comparación con el resto de la cartera comercial, siendo el índice más bajo registrado en diciembre de 2021, con un 8.8% para créditos en moneda nacional y un 3.1% para créditos en moneda extranjera.

Objetivos del Gobierno
La meta es tecnificar 100,000 hectáreas, incluida en el plan de gobierno, representa un desafío significativo que requerirá importantes inversiones tanto del sector privado como del apoyo estatal. Caamaño explica que se debería trabajar alrededor de 1,600 tareas, lo que equivale a unas 400,000 tareas en promedio por año. Esta inversión se estima en unos RD$30,000 millones, pero se considera altamente rentable tanto para los productores como para la economía en general.

La tecnificación de estas hectáreas no solo aumentará la disponibilidad y la eficiencia del agua, sino que también generará riqueza y mejorará la economía del país, asegura. Para alcanzar esta meta, es fundamental crear condiciones de financiamiento atractivas, que incluyan acceso a créditos con tasas preferenciales y condiciones especiales.

El Estado puede desempeñar un papel crucial subsidiando tasas de interés o mediante la creación de mecanismos financieros como un fondo de fomento, que podría proporcionar cofinanciamiento no reembolsable a los productores, señala. Este tipo de fondo ya existe en otros países y ha demostrado ser efectivo para impulsar el desarrollo agrícola y pecuario. Además, la implementación de este fondo contribuirá a promover prácticas agrícolas sostenibles y estratégicas, beneficiando así a la economía agrícola y al país en su conjunto.

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