La Voz Que Clama en el Desierto



Dr. Isaías Ramos

Vivimos tiempos oscuros. La corrupción, la pobreza, la violencia, la rebeldía ante Dios y la iniquidad han levantado muros de sufrimiento en nuestras comunidades. Estas realidades no solo hieren los cuerpos y rompen familias, sino que también corrompen las almas y apartan a las naciones del propósito divino.

Ante este panorama, el silencio de muchas iglesias cristianas—católicas y protestantes por igual—es alarmante. Desde los púlpitos se habla de amor, compasión y justicia, pero en las calles, donde el pecado y la injusticia claman por redención, la indiferencia parece haber paralizado a muchos.

Jesucristo, nuestro Señor, no fue indiferente a la maldad y las injusticias de su tiempo. Él enfrentó con valentía a los corruptos, defendió a los marginados y desafió a las estructuras de poder que oprimían a los más vulnerables. Más aún, Jesús llamó al arrepentimiento, advirtiendo que un pueblo que se aleja de Dios es un pueblo destinado al sufrimiento.

Su mensaje no fue cómodo, pero fue liberador: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4:18).

Hoy, lamentablemente, muchos han optado por una fe cómoda, una fe que esquiva el sacrificio y la acción. La lucha contra la injusticia, el pecado y la iniquidad se ha relegado a un segundo plano, mientras el hambre, la violencia y la corrupción siguen devastando nuestras comunidades.

Esta indiferencia no solo traiciona la esencia del evangelio, sino que permite que el mal avance sin oposición. ¿Dónde está esa iglesia valiente que Jesús soñó, una iglesia que desafíe al mal y abrace a los caídos?

Pero hay una promesa que no debemos olvidar:
«Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y sanaré su tierra» (2 Crónicas 7:14).

Nuestro Dios es fiel, y Su poder puede transformar nuestra nación si nos volvemos a Él con corazones arrepentidos y manos dispuestas a actuar. Nuestro pueblo ha reconocido desde sus raíces que Dios es el fundamento de su esperanza.

No es casualidad que el lema nacional declare con claridad: «Dios, Patria, Libertad». Este lema nos recuerda que, para tener una patria justa y verdaderamente libre, primero debemos honrar a Dios.

Por eso, hoy más que nunca, desde el Frente Cívico y Social, hacemos un llamado urgente: ¡Despierten! Que nuestra fe no se limite a palabras vacías, sino que se convierta en acciones concretas que rechacen la iniquidad, abracen la justicia y proclamen el amor de Dios.

Que en nuestra patria brille el sol de justicia, iluminando los caminos oscuros de la corrupción y la desesperanza.

Que esta generación no sea recordada por su indiferencia, sino por su valentía. No por su pasividad, sino por su fe activa. No por sus quejas, sino por sus acciones llenas de amor, justicia y compasión. ¡Es tiempo de que la luz de Cristo brille con fuerza en nuestro suelo patrio!

¡Despierta RD!

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