Dr. Isaías Ramos
Mientras en el Congreso blindan privilegios, un niño muere en una emergencia por falta de oxígeno. Mientras las cúpulas partidarias negocian poder, una madre llora porque su hijo falleció esperando atención médica en un hospital sin insumos. Mientras ignoran la Constitución, miles de jóvenes emigran porque aquí la esperanza no vive.
¿De qué sirve jurar ante Dios y la Patria “cumplir y hacer cumplir la Constitución” si, con el primer conflicto de intereses, la traicionan sin pudor? La Cámara de Diputados ha dado un paso histórico… pero no hacia el progreso democrático, sino hacia el abismo moral y constitucional.
El informe rendido por la comisión especial que “estudió” las iniciativas sobre candidaturas independientes no solo rechazó proyectos: cometió algo más grave. Ignoró por completo la sentencia TC/0788/24, sin mencionarla, como si la decisión del Tribunal Constitucional —máximo intérprete de la Carta Magna— fuera irrelevante. Ese silencio no es descuido: es desafío deliberado al orden constitucional y burla al pueblo dominicano.
Cada vez que el poder bloquea derechos, mueren vidas y mueren sueños. No se trata de un simple procedimiento legislativo; se trata de la diferencia entre una República para el pueblo o una nación sometida a cúpulas y privilegios. La Palabra lo advirtió:
“Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno.” (Isaías 24:5)
Esta advertencia no habla de polvo ni de barro: habla de corrupción moral y degradación espiritual. Cuando las leyes se tuercen, cuando la justicia se vende y el pacto constitucional se pisotea, la nación se contamina desde adentro, y toda la sociedad paga las consecuencias.
Ignorar esta sentencia no es un simple error jurídico: es sembrar la semilla de una dictadura disfrazada de democracia, como ocurre en naciones vecinas donde las elecciones son escenografía y el pueblo, rehén. La falta de ley no suspende el derecho reconocido por la Constitución y ratificado por el Tribunal Constitucional. Mientras el Congreso decide legislar —o insiste en bloquearlo—, la Junta Central Electoral está obligada a garantizar este derecho mediante disposiciones administrativas transitorias, en armonía con la sentencia TC/0788/24 y los principios constitucionales de igualdad, razonabilidad y pluralismo político (arts. 39 y 74.4).
Porque las candidaturas independientes no son un capricho: son la vía legítima para hacer realidad el mandato del Estado Social y Democrático de Derecho (art. 7). Negarlas significa consolidar un Estado corporativo, clientelar y de privilegios, donde la política se reduce a negocio y la vida humana a costo colateral.
A veces nos preguntan por qué no nos unimos a un partido para fortalecerlo. La respuesta es clara: porque no queremos ser cómplices de la destrucción del país. ¿A cuáles partidos? ¿A los que nos endeudaron hasta asfixiarnos con más de 70 mil millones de dólares en deuda externa? ¿A los que gastan hasta 5 mil millones de pesos al año en privilegios políticos mientras un niño muere esperando atención médica? ¿A los que convirtieron la justicia en botín y las leyes en mercancía?
No. Las candidaturas independientes son la respuesta necesaria para rescatar la democracia y devolverle sentido a la Constitución.
Cuando la fe calla, la oscuridad avanza. Y aquí surge una pregunta incómoda: ¿Dónde están las voces de los que bendicen manos que juran en vano? El silencio de las cúpulas religiosas es tan escandaloso como la corrupción que dicen condenar. Porque la oscuridad no avanza por su fuerza, sino porque los que tienen luz prefieren esconderla.
Juan Pablo Duarte no soñó una República secuestrada por élites. Soñó una Nación donde la soberanía resida en el pueblo. Hoy esa promesa está traicionada.
Por eso, desde el Frente Cívico y Social declaramos: esta no es solo una lucha jurídica. Es una batalla moral, patriótica y espiritual. Jurar, por Dios, por la Patria y por nuestra honra, luchar para que la Constitución viva en los hechos y no muera en el papel, debe ser un compromiso de cada dominicano.
Si ellos quebrantan el pacto, nosotros no quebraremos la esperanza. Si ellos traicionan la Constitución, nosotros la haremos valer.
Porque la soberanía no reside en los partidos. Reside en el pueblo.
El tiempo de la partidocracia se agota. El tiempo del pueblo comienza ahora. ¡Y nada ni nadie podrá detenerlo!¡El momento es hoy!
¡Despierta, RD!
