Por Cándido Mercedes
“Esta es la sobresaliente presunción del mundo, que, cuando no nos sonríe la fortuna a menudo por los excesos de nuestro propio comportamiento, culpamos de nuestros desastres al Sol, la Luna y las estrellas”. (El Rey Leal).
Vivimos en la región de mayor desigualdad y violencia. Con un 8% de la población mundial, América Latina y el Caribe representa un 20% de homicidios, la más alta de todos los continentes. En gran medida, más allá de la desigualdad que la contiene, un factor crucial es el peso horrido del déficit de confianza en las relaciones sociales, en el grado de interacción social.
La desigualdad, la discriminación, los prejuicios, el etiquetado, el estigma, el edadismo, conforman una configuración que impide la cohesión social y un mejor eslabón del capital social.
Somos una sociedad que parecería que no nos damos cuenta de que, en el curso vital de nuestra existencia, nuestras redes de socialización nos han empujado, cuasi de manera “inconsciente”, a lo que Freud llamó “sufrimiento neurótico”, como una especie de la ordinaria infelicidad humana.
¿Qué elementos vemos en nuestra vida cotidiana que nos afectan como sociedad y como persona en nuestras relaciones, algunas como factores estructurales y otras conjugación de cultura, socialización y aprendizaje social? Ellas son:
a) La desigualdad.
b) La discriminación.
c) Los estereotipos.
d) Los prejuicios.
e) El estigma.
f) El etiquetado.
g) El edadismo.
Lo primero es poner en contexto, conceptual y categorialmente, para poder entender el cuerpo social dominicano, nuestro dramático tejido social. El fenómeno de la exclusión social, que se puede definir como la imposibilidad de un sujeto o grupo social para participar efectivamente a nivel económico, social, cultural, político e institucional en una sociedad determinada, en la estratificación social dominicana el peso de la pobreza y sectores vulnerables es muy grande, alrededor de un 60 – 62 de la población.
Actualmente, de 759,000 empleados que hay en la Administración Pública, el 40% de ellos gana menos de RD$30,000.00 pesos y 150,000 obtienen un sueldo mensual menor de RD$15,000.00 pesos. En el estudio de Participación Ciudadana sobre los avances en el cumplimiento de la Ley General de Salarios del Estado Dominicano, impreso en junio de 2022, se señala en el cuadro de la página 23, tabla 1, que establece:
1) El 2.80% gana entre $100,000.00 a $200,000.00.
2) El 0.20% gana de $200,000.00 a R$300,000.00
3) El 0.08% de RD$300,000.00 a RD$400,000.00.
4) Mayor de RD$400,000.00 solo el 0.02.
El promedio salarial en República Dominicana se encuentra en RD$38,000.00 según la Tesorería Social, el equivalente a US$613.00 dólares mensuales. Tenemos más de 19 salarios mínimos de los sectores sectorizados de la economía. El salario mínimo mayor de los sectores no sectorizados se encuentra en RD$27,988.00 y, a partir del primero de febrero de 2026 será de RD$29,988.00.
En la mediana empresa de RD$25,656.96 y en febrero de 2026 RD$27,489.00. En las empresas pequeñas y microempresas: RD$17,193.12 y RD$15,860.32, y en febrero de 2026: RD$18,421.20 y RD$16,993. Los vigilantes RD$22,000.00 y en febrero a RD$24,000.00.
Los trabajadores del campo RD$660.00 y en el 2026, RD$771.00. Conviene destacar que el amortiguador económico social más fertilizante, para darnos cuenta del progreso, es el EMPLEO y con ello los sueldos y salarios.
El indicador prima facie, quid prod quo, contra la desigualdad lo constituye el capital variable, la fuerza de trabajo, vale decir, el capital humano.
La desigualdad económica y social, según James K. Galbraith, adquiere muchas formas: de clase, de rango (el lugar de un individuo en la escala de éxito), de los ingresos, de poder, de riqueza. Abunda el autor que los economistas tienden a mostrar un interés especial por tres tipos de desigualdad: las relacionadas con la remuneración, la renta y la riqueza. En nuestra formación social el 10% más rico tiene en renta y riqueza un 90%.
En remuneraciones, el ejemplo más ilustrativo, más grafico de la desigualdad, es que el que más gana en el sector público es 160 veces más que el que menos gana. ¡Necesita 13 años el que menos gana para lograr acumular lo que otro hace en un mes! Esto es sin contar los incentivos del cargo.
Los sociólogos decimos que la exclusión que genera la desigualdad, se puede representar como la acumulación en el tiempo y el espacio de riesgos específicos que dificultan o impiden la realización de ciertos derechos (civiles, económicos, sociales, culturales y políticos), y la integración del grupo social afectado con su medio o la sociedad.
El destacado sociólogo español Manuel Castells definió la exclusión social “como el proceso por el cual a ciertos individuos y grupos se les impide sistemáticamente el acceso a posiciones que les permitirían una subsistencia autónoma dentro de los niveles sociales determinados por las instituciones y valores en un contexto dado”.
La discriminación entraña desigualdad, aunque no automáticamente, no necesariamente. La discriminación es un fenómeno social que implica la exclusión, que conlleva tomar decisiones en contra de un grupo, de una persona, que conduce a hacerle daño o producirle desventajas, injusticia.
Discriminamos en Dominicana por: género (las mujeres ganan menos que los hombres. Hay más hombres trabajando que mujeres, no obstante, tener más mujeres demográficamente).
Discriminamos por ideología, por creencias religiosas. El 87% de los dominicanos no votaría por alguien que sea ateo. Un 47% no sufragaría por un ser humano que su preferencia sexual sea homosexual o lésbica.
En la construcción de la vida cotidiana, a nivel de la micro sociología, encontramos en el proceso mismo de la socialización esa discriminación desde la génesis de la familia, creyendo en el tiempo que esas diferenciaciones son parte de la vida. Los estereotipos constituyen creencias generalizadas, como el efecto halo donde por un solo indicador, bueno o malo, generalizamos todos los demás, sin ponderarlos a cada uno. Verbigracia: Los jóvenes de ahora no leen.
Las generaciones Millenials y Zeta no saben negociar. Establecen relaciones light. No hacen carreras, es decir, no duran mucho en una empresa. El estereotipo es querer endosarles a todos los demás las mismas características, sin buscar lo que hay de individual y particular en cada ser humano.
Es como decir: los Aguiluchos no saben perder.
Los prejuicios son actitudes negativas o sentimientos desfavorables hacia determinados grupos o población. Verbigracia: prejuicios hacia los haitianos, en contra de los ateos, en contra de los LGBT.
Los estigmas para Anthonny Giddens y Philip W. Sutton son “características físicas o sociales consideradas como degradantes que son socialmente reprobadas y que provocan oprobio, distancia social o discriminación”. En nuestra sociedad la estigmatización es muy amplia, comenzando con las personas que tienen cierta discapacidad. Por un tiempo fue contra las personas que tenían VIH/Sida. Hubo un momento de la estigmatización por el sector donde se vive, por las universidades donde se estudia.
La identidad social, cuando se es firme, la estigmatización no nos daña. Como decía Louis Proto en su libro Acaba con el complejo de víctima “Una desventaja no necesariamente es discapacitadora. Una desventaja es lo que haces de ella. Las cosas únicamente tienen sobre nosotros el poder que les damos. Nadie puede hacernos víctimas sin nuestra connivencia”.
El etiquetado, según los sociólogos citados, es un “proceso por el cual ciertos individuos y grupos sociales son identificados como poseedores de ciertas características que les atribuyen otros individuos o grupos que poseen el poder y la influencia necesarias para que funcionen estas etiquetas”.
Por ejemplo, la conducta desviada es de los pobres. Los pobres son ruidosos, no saben oír música con sonido bajo. Los pobres usan un lenguaje soez. El dominicano no es discreto. Son expertos en rumores
La sistematización y permanencia de los mitos y relatos, de las falacias lógicas de la equivalencia ha llevado a una parte de la sociedad excluida a creerse esos postulados.
De tal manera que se fraguó el Efecto Pigmalión, la profecía del Auto cumplimiento. Las expectativas esperadas por alguien, finalmente, el actor-sujeto, actúa como se esperaba de él. Todas estas dimensiones de exclusión, de jerarquización en el plano de la vida social, están combinadas en el conjunto de la desigualdad.
El edadismo es, quizás, el rostro más duro de la exclusión social. Generalmente es un fenómeno social que mayormente excluye a las personas mayores. Sin embargo, el edadismo tiene una taxonomía en todas las edades, generalizado por edades, por generaciones, todo lo cual impide la sana armonía, interacción social efectiva en el amplio espectro de la solidaridad intergeneracional.
La edad, en tanto cronología biológica, no puede ser una fuente de exclusión social, de prejuicio, de estereotipo y discriminación. Cada etapa del ciclo de vida del ser humano tiene un ritmo, un caminar y un sonido distinto, así como hay personas que en su etapa más adulta logran el alcance mayor de sus reflexiones y felicidad.
El edadismo reduce, limita la vida humana en su complejidad y vastedad. Algunos no dejan de producir, sino en la mirada fija del último encuentro con la naturaleza. Zygmunt Bauman murió a los 91 años.
José Saramago a los 88. Mario Vargas Llosa a los 89. Actualmente: Edgar Morin tiene 104 años y está produciendo intelectualmente; Noam Chomsky tiene 97 años; Jurgen Habermas, gran filósofo alemán, tiene 96 años; Warren Buffet tiene 95 años; Carlos Slim tiene 85; Bernardo Vega, economista, historiador, arqueólogo, fotógrafo, tiene 87 años; doña Milagros Ortiz Bosch acaba de cumplir 88 años en agosto; Frank Moya Pons tiene 81 años; Roberto Cassa, 78 (los dos mejores historiadores dominicanos); Arismendi Díaz Santana, el referente en materia de seguridad social, tiene 82 años; Juan Bolívar Díaz Santana, cumplirá 81 años el 24 de noviembre; el mejor Canciller dominicano de los últimos años y el de más competencia en esa materia, Roberto Alvarez Gil, tiene 81 años; Andrés L. Mateo tiene 79 años; y, la destacada escritora chilena Isabel Allende, tiene 83 años, a los 72 se divorció y a los 77 se volvió a casar.
En promedio, todos los años publica una novela. La última es Emilia.
La acuñación del concepto edadismo tiene como creador a Robert Butler en 1960. Para ese tiempo la esperanza de vida promedio en el mundo era de 58 años. Una persona de 60 años, literalmente se veía “un anciano”, un envejeciente, un verdadero adulto mayor, sin habilidades de casi nada.
Sin embargo, hoy, el promedio de la esperanza de vida en el mundo es de 74 – 75 años. No obstante, algunos países y regiones tienen alrededor de 81-84 años. La Unión Europea goza de una esperanza de vida de 81. Canadá de 83.1. Japón, de 83-84 años.
Los países nórdicos de 84.
Conforme la ciencia de la tecnología médica avance, la esperanza de vida será más alta y la longevidad será un detonante neutralizador para los efectos del edadismo y, por consiguiente, de la distancia social y del grado de interacción social entre distintas generaciones.
El volumen educacional, de socialización y aprendizaje social, tenderá a cambiar ante el peso de los hombres y mujeres adultos mayores en la demografía.
Tendremos que observar con miradas de futuro, hoy, aquellos seres humanos que en el pasado eran adultos mayores, aislados socialmente.
La estratificación social, como ente de la desigualdad, deberá de asumir la resiliencia para reciclarse en otra dimensión que no sea la actual exclusión, expresada en discriminación, prejuicios, estereotipos, estigmatización y edadismo.