El engaño de los partidos políticos. El fraude político (III)



Marino Beriguete

La democracia, cuando funciona de verdad, se basa en la fuerza de las mayorías. No en su número bruto, sino en su legitimidad moral y política.

Las mayorías, cuando son reales, dan sentido al sufragio. Otorgan dirección, construyen gobernabilidad y confieren mandato. Por eso resulta grotesco —y profundamente peligroso— llamar “mayoritario” a un partido que apenas alcanza el cinco por ciento de los votos.

No es solo un error técnico: es una distorsión deliberada. Una forma elegante de disfrazar el fraude político.

Y no se trata de una exageración. Se trata de una estructura legal diseñada para premiar la mediocridad, blindar a los irrelevantes y fingir pluralismo donde lo que hay es dispersión y oportunismo.

Partidos que no representan a nadie, pero cobran como si representaran a muchos. Organizaciones que no buscan transformar la sociedad, sino mantenerse vivas para negociar su existencia como si fuera un capital.

Si se quiere recuperar el sentido de la mayoría, la legislación dominicana debe ser transformada de raíz. Elevar el umbral mínimo al veinte por ciento no sería un acto de exclusión, sino de honestidad democrática.

Un incentivo real para que los partidos crezcan, escuchen, se fusionen, se definan, propongan. Un filtro para separar a los que luchan por ideas de los que solo sobreviven por cálculo.

Esto no significa silenciar la diversidad. Significa exigir que esa diversidad tenga peso, sustancia, ciudadanía detrás.

Que las alianzas se construyan por afinidad programática y no por reparto de cuotas. Que emerjan nuevas alternativas, nuevas voces, pero con respaldo real.

La democracia debe premiar la representación, no la habilidad para colarse en el sistema.

Mientras sigamos llamando “mayoritario” a lo que apenas flota, seguiremos condenados a gobiernos sin mayoría, con un congreso fragmentado y pactos sin coherencia. La palabra importa. Y en política, las palabras definen la legitimidad.

Recuperar el sentido de la mayoría no es nostalgia por gobiernos fuertes. Es una urgencia para salvar la democracia de su propia parodia.

Sí, díganme que exagero. Que aún hay partidos con vocación, con visión, con principios verdaderos.

Demuéstrenme que estoy equivocado…

Comparte esto!

Deja un comentario