El secuestro de la nación: del miedo a la libertad



Dr. Isaías Ramos

Hace unos días, en Budapest, caminando por el barrio judío me encontré frente al Memorial Carl Lutz. Allí está grabada una frase que resume la esencia del valor humano: “Quien salva una vida, salva el mundo entero.”

Carl Lutz fue un diplomático suizo que, durante el Holocausto, salvó a más de sesenta mil judíos húngaros, arriesgando su propia vida para desafiar al poder y al miedo. Fue uno de los “Justos entre las Naciones”, hombres y mujeres comunes que decidieron actuar cuando el silencio se convertía en complicidad. Con todo respeto a la singularidad del Holocausto, evoco este recuerdo como espejo ético: para entender cómo se destruye la dignidad humana cuando el miedo se impone sobre la conciencia.

Hoy, en la República Dominicana, vivimos una forma distinta, pero igualmente corrosiva, de opresión. Una pequeña élite política y económica ha secuestrado el Estado para su provecho, saqueando los recursos del país y sumiendo al pueblo en una dependencia calculada. Cada cuatro años repiten el mismo teatro: promesas vacías, clientelismo y propaganda. No compran votos: compran miedo.

Según un análisis del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees), más de la mitad de los dominicanos —unos 5.5 millones de personas— depende de algún subsidio estatal. No es una muestra de justicia social, sino la evidencia de un sistema que mantiene a su pueblo preso del temor al hambre. Porque cuando el pan depende de la voluntad del poder, la libertad se convierte en limosna.

En nuestros barrios marginados, el aire huele a aguas estancadas y basura sin recoger; el sol cae sobre techos de zinc ardientes; los niños juegan entre charcos de cloaca, y las madres hacen milagros para llenar un caldero. Esa miseria no es casualidad: es el resultado de un modelo que roba oportunidades y llama “progreso” a la simple supervivencia.

Así comenzó también la domesticación en la vieja fábula de los cerdos indómitos: los cazadores les daban comida todos los días y, mientras comían, levantaban cercas a su alrededor. Cuando finalmente cerraron el cerco, los animales ya no sabían ser libres. Habían cambiado su independencia por la comodidad del plato lleno.

Eso nos está pasando. Nos adormecieron con propaganda, con consumo y con distracciones vacías. Nos enseñaron a temer la libertad y a confundir la obediencia con seguridad, hasta convertir el miedo en una forma de gobierno.

Se ha ido estructurando un verdadero estado de terror psicológico, calculado para cerrar las últimas ventanas de la libertad y manipular la conciencia colectiva con miedo y desinformación.

No hay hornos crematorios, pero hay hospitales sin insumos. No hay alambradas, pero hay deudas y corrupción que nos cercan. No hay soldados vigilando torres, pero hay miedo vigilando conciencias. El cuerpo puede sobrevivir… pero la dignidad está siendo asesinada. Matar la dignidad de un pueblo es también una forma de genocidio espiritual.

Los pueblos no mueren por pobreza: mueren por cobardía. Y en este momento crucial, la República Dominicana necesita a sus propios “Justos”, hombres y mujeres que no se dejen vencer por el miedo, que decidan hablar, denunciar y resistir. Porque cada ciudadano que defiende la verdad, aunque sea una sola voz, está salvando mucho más que una vida: está salvando la conciencia de una nación.

El miedo paraliza, pero la esperanza libera; y ningún poder puede dominar a un pueblo que ha decidido creer en sí mismo. Ha llegado la hora de romper las cercas, de volver a ser indómitos, libres y dignos. Despertar no es un acto de rabia: es un acto de amor hacia la patria.

Carl Lutz escribió en su diario: “…me vuelvo loco cuando de repente tengo que decidir a quién salvar.”
Y hoy, nosotros también estamos frente a esa decisión: ¿Salvaremos la patria o seguiremos alimentando el monstruo que la devora?

Hoy más que nunca, en el Frente Cívico y Social, estamos convencidos que la patria requiere hombres y mujeres que coloquen los principios por encima de las conveniencias personales, que valoren y respeten la dignidad humana por encima de sus intereses y caprichos. Solo así podremos despertar como nación y recuperar el sentido moral que nos fue arrebatado.

¡Despierta RD!

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