Infidelidad, su impacto psicológico



Por Hanoi Vargas

En toda relación afectiva donde hayamos internalizado a una persona, guardando memorias emocionales gratificantes porque han suplido necesidades sexuales, de comunicación, seguridad y de otras complacencias, se da un sentido profundo de pertenencia que trasciende a las relaciones informales meramente eróticas denominadas aventuras, “agarres”, “segundas bases”, o simple “mangar”; en dichos casos, no aplicaría en su forma esencial la tradicional idea de infidelidad debido a la informalidad de la relación.
El impacto psicológico por la infidelidad es comparado al trastorno post traumático, mereciéndole el título de “neurobiología del infierno”, que cobrará sus dimensiones según las implicaciones de los actores involucrados, duración y significados de la relación amorosa. La mujer víctima, hará comparaciones, denotándose las cualidades de “la otra” en relación a ella, o experimentando culpabilidad, enfocadas en las posibles causas que llevaron al acto; el hombre connotará lo sexual, en detrimento de su machismo, con gran malestar basado en la ruptura del sentido de pertenencia mediante la idea de traición.
Aunque el nivel del trauma tendrá que ver con la personalidad misma, generándose en algunos estallidos de ira; celos obsesivos; depresión (con llanto espontáneo); ideas de desquite queriendo hacer lo mismo; pensamientos recurrentes conectando eventos del pasado de manera especulativa, suponiéndose las tantas veces que pudo haber ocurrido. Lo común para ambos será pérdida de la confianza y un condicionamiento mental provocado por múltiples asociaciones, donde día tras día se repiten detonantes que evocan el recuerdo mediante personas, lugares y circunstancias, haciéndose más difícil de olvidar cuando el acompañamiento a la infidelidad viene de personas muy cercanas, ya que se asocian a mucho más cosas, alterando con emociones que luego se expresarán en algunas de las formas ya mencionadas.
Se estima que durante el primer año, la persona afectada estará en su nivel más agudo en cuanto a los síntomas del trauma, y que la disminución significativa de los mismos será a partir de los 3 años en los casos donde la pareja siga junta. Pocas relaciones trascienden el evento de manera satisfactoria sin ayuda profesional, y aunque perduren juntos, la relación difícilmente volverá a ser igual. Tocará al ofensor resarcir con acciones compensadoras superiores a la ofensa misma, mientras resiste el embate diario del afectado, que a su vez esperará sentirse seguro y bajo un mínimo de confianza, que inicialmente será de forma invasiva, ejerciendo control sobre todo aquello que genere alguna forma de temor relacionado a la desconfianza.
Quienes aprecian el concepto familia, armonía, estabilidad y la buena interrelación personal, evitará por todos los medios incurrir en dichas acciones, ya que el placer de ciertos momentos no podrá compensar las consecuencias futuras que se desprenden de dichas acciones; que debe ser vista de manera empática bajo el entendido de no hacerle al otro lo que no deseamos nos hagan a nosotros, sin importar género, ya que bajo características distintas, el sufrimiento será el mismo.
Para evitar dichas situaciones, nos tocará empeñarnos en renovar la relación, reducir los conflictos que la desgasten, promover el cariño dedicando tiempo a la relación, y soportando los pensamientos intrusivos de apetencia que nos dicen: “¡Una ve al año, no hace daño!”.

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