Electoralismo, tumba de partidos políticos
Isidro Toro Pampols



Una de las características que diferencian un partido de un grupo político utilitario es el electoralismo. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) se entiende por electoralismo la “actitud y conducta motivada por razones puramente electorales”.

En absoluto queremos afirmar que el trabajo electoral en un partido político es negativo, lo que reclamamos es que una organización cuya única actividad es la electoral, tiende a perder el rumbo y su razón de ser en el tiempo.

En ocasiones se confunde democracia con electoralismo. Hay momentos en que los partidos desenfocan su visión de los grandes problemas nacionales, descuidan la preparación política de sus militantes, dejan enmohecer los mecanismos de interacción con las comunidades por medio de la comunicación horizontal y vertical, tan necesaria para que la alta dirección partidaria tenga una perspectiva de lo que ocurre en la sociedad y cuya fuente de información no sea únicamente las provenientes de encuestas, revisión de medios de comunicación, redes sociales, interacción académica, entre otras; que la misma sea validada por la relación que los cuadros medios y locales tienen con las asociaciones de vecinos, los dueños de colmados, farmacias, otras pequeñas empresas, transportistas, maestros, en fin, el tejido social que conforma una comunidad que genera un conocimiento que alimenta el saber popular y que la dirección nacional debe auscultar a través de sus cuadros dirigenciales, cotejándola con la recibida por la vía de las altas esferas.

Cuando se pierden los grandes objetivos del partido y se enfocan solamente en instrumentar mecanismos para ganar elecciones y luego en el poder, perfeccionarlos sin importar mantener adormilada a su dirigencia de base entre elección y elección, pensando que a través de la maquinaria gubernamental se alcanzaran los resultados electorales deseados, pues sencillamente pierden de vista la realidad creyendo que las elecciones en si misma son un fin y no un medio para designar los funcionarios, legislativos y ejecutivos, para llevar adelante unas políticas en la administración del gobierno.

Es un craso error confundir democracia con elecciones, sin pensar que el acto electoral es uno de los primeros pasos para la consecución de un fin y no el último. Importante son las elecciones en la democracia y una de sus características tanto distintiva como fundamental, pero la democracia no se agota en el acto electoral.

Muchos partidos políticos de Hispanoamérica han caminado por el sendero del electoralismo y hoy son cadáveres insepultos que buscan alianzas en función medrar en el presupuesto sin importar ideas, programas u obligaciones políticas con la sociedad. Por ello es un síntoma de decadencia orgánica cuando el partido convoca a sus militantes solamente para aceitar la maquinaria electoral que les garantizará a sus elites dirigentes mantenerse en posiciones de poder. Ojo al Cristo, que es de plata.

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