Qué pasa con los que hablan solos



Por Hanoi Vargas

Cuando lo hacen niños, se le reconoce como “el habla privada”, y si se da por esquizofrenia, como respuesta a las alucinaciones auditivas, le llaman “soliloquio”; de donde ha venido la popular idea de que hablar solos es de “locos”; cosa nada cierta si atencionamos investigaciones hechas, como la presentada por la Universidad de Michigan, donde se evidenció una realidad muy opuesta, relacionándolo con la inteligencia y mecanismos adaptativos para regular emociones.

Una persona airada, por algo o alguien, se carga emocionalmente, experimentando altos niveles de estrés, lo cual implica toxicidad bioquímica perjudicial para el organismo, ilustrado cuando se oye la expresión “se le prendió la sangre” o “subió la mierda a la cabeza”. La represión de dichas emociones, podría con el tiempo dañar órganos, y generar trastornos mentales; es por ello que al hablar solos, se ventilan dichos conflictos por fuga de ira, mediante expresiones verbales que pudieran ser sórdidas (implicando hasta a las madres), o simplemente amplificadas por alteración de la voz.

Lo cierto es que al hablar solos, la intensidad va disminuyendo, como el que va terminando de orinar; el pensamiento inicia con “¡tú va ver cuando lo vea…!” pero al verlo, ya hace rato “le dijo” lo que sentía, evitándose reales confrontaciones; el mecanismo puede ser tan efectivo, que hasta se disipa por completo el malestar; frecuente cuando el tema es del hombre con su pareja, sobre todo cuando ya está haciendo falta el sexo, cosa que parece dar razón al dicho de que “un pelo de eso jala ma que la yunta de un buey”.

En cuanto a la forma de inteligencia que se atribuye a quienes hablan solos, es alusiva a la capacidad que nos da este recurso para acomodar las ideas. Las abstracciones intrínsecas que implican procesos inconscientes complejos son propias de los humanos, y el recurso de externalizar verbalmente los argumentos, cumple dos propósitos fundamentales: hacernos más conscientes de los procesos inconscientes y oírse así mismo para mayor facilidad de recordar, como si nos adelantáramos a escribir. Ser diestros en esto, podría connotar nuestra inteligencia y ser más capaces a la hora de resolver problemas de complejidad abstracta.

Puedo decir que me dio mucha paz cuando años atrás estudié del tema, pues no era cómodo saberse que lo hacía, mientras oía un pariente decir: “De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”.

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