Carne de Cañón




Ramón Vargas

En la Isla de las Serpientes, un estratégico peñón situado al noroeste del Mar Negro, se produjo el pasado día 7 del corriente mes un desastre militar para Ucrania. Lo más notorio es que las agencias y medios occidentales, empeñados en hacer creer que Rusia pierde la guerra o está empantanada para seguir interviniendo y continuar con el masivo envío de armas, callan de manera absoluta esa terrible derrota. Las pérdidas fueron cuantiosas; perdieron su única fragata, le derribaron 4 aviones 3 Su24 y un Su27, 10 helicópteros, cuatro en el aire y 6 en la localidad de Antsiz en la cercanía de Odesa, y varias embarcaciones de desembarco, con importantes pérdidas humanas.

Ese ataque, considerado por los mismos rusos de suicida y demencial, tenía dos propósitos: primero, opacar la celebración del día de la victoria que Moscú realiza todos los 9 de mayo conmemorando la derrota nazi, y segundo, buscar de manera desesperada romper el bloqueo del puerto ucraniano del Mar Negro en la ciudad de Odesa.

La aventura bélica de marras organizada y coordinada por ingleses y gringos, donde sólo los ucranianos ponían los muertos, buscaba abrir un corredor para que los armamentos de Occidente puedan llegar a Ucrania; si bien Washington y Bruselas han abierto las carteras para toda clase de ayuda a Kiev, la logística para hacerla llegar no es tan sencilla. Con los puertos marítimos tomados (Mariúpol) y bloqueado (Odesa), solo es posible el transporte aéreo y terrestre; el aéreo para el transporte pesado no es la mejor opción y el terrestre se complica con la negativa de Hungría y Bulgaria, de no permitir el paso de armas por sus territorios. Queda la vía de Polonia, que es muy vulnerable por su predictibilidad. Los trenes y convoyes son blancos relativamente fáciles para los misiles. No es lo mismo transportar pólvora y cartuchos que tanques y aviones.

La rusofobia de los países occidentales, dirigido por Norteamérica, han metido a Ucrania en un callejón del que solo saldrá bien mutilada.

La defensa de Ucrania y de los valores occidentales a que hacen referencia, nadie lo cree; solo basta leer las declaraciones del secretario de defensa de Estados Unidos cuando dijo: «nuestro interés es lograr que Rusia salga debilitada». Eso explica claramente que los ucranianos son prescindibles, que su futuro no importa y que solo tienen valor como instrumento de intereses hegemónicos.

Zelensky es un prisionero de su miopía política. Carece de independencia para negociar; si en algún momento intenta tomar algunas iniciativas que no armonicen con los intereses imperiales y de los fanáticos que lo rodean, será ejecutado.

Se hace necesario que las voces más sensatas del mundo (que no son muchas), se levanten para que esa guerra llegue a su fin. Es inmoral que en pleno siglo XXI, se pierdan tantas vidas por las ambiciones de unos pocos.

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