En torno a los circos mediáticos



Isidro Toro Pampols

«…la dolencia más grande, la más siniestra, una dolencia de la que la humanidad no se ha curado hasta hoy, el sufrimiento del hombre por el hombre, por sí mismo: resultado de una separación violenta de su pasado de animal, resultado de un salto y una caída, por así decirlo, en nuevas situaciones y en nuevas condiciones de existencia, resultado de una declaración de guerra contra los viejos instintos en los que hasta ese momento reposaban su fuerza, su placer y su fecundidad»
Friedrich Nietzsche.

Hay ciertos personajes, parafraseando a Nietzsche, que no se avergüenzan de su crueldad masacrando, torturando o aniquilando a otros miembros de la especie a la que pertenecen: la humana.

Algunos periodistas, políticos o empresarios, son capaces de emprender campañas de forma excesiva en relación con un evento o hacer un espectáculo de un suceso tan serio como una desgracia natural o un juicio en tribunales de justicia.

Cuando estos personajes actúan como «perros de presa», el trofeo termina siendo la credibilidad, la justicia y el sistema político sobre el que se desarrolla la sociedad.

Hay un axioma que establece: las malas noticias venden, porque las buenas no son noticias. Todos hemos seguido algo o mucho de prensa sensacionalista.

Igual, hay ingentes consumidores de temas que elevan la emoción. Todo esto conlleva a algunos puntos que convienen reseñar, aunque de forma sucinta.

Primero, así como los medios de comunicación tienen la capacidad de movilizar multitudes, en ocasiones muestran una incapacidad de hacerlo con responsabilidad.

Encontramos mucho de medias verdades, falsos positivos, fake news, información tendenciosa para favorecer intereses políticos, económicos, entre otros. Estas desviaciones hallan campo fértil en consumidores poco formados cuya curiosidad innata exige cada vez mayores dosis de morbo.

Allí se crea un círculo vicioso que tiene un desarrollo ascendente en espiral. Fotos de desgracias, interpretaciones partidarias, investigaciones incompletas, son parte de las herramientas con la que un comunicador alimenta el retorcimiento que lleva a miles de seguidores, sepultando la noticia ética y responsable.

Segundo, los que ejercen la comunicación como profesión y particularmente aquellos que trabajan en empresas exitosas, establecen una relación de cercanía con los representantes del poder político y los sectores económicos. Este contacto debe ser profesional.

Debe orientarse, éticamente, por el “deber ser”; pero todo lo que maneja el hombre es corruptible, dependiendo de quien lo manipula. Hay una frase mundialmente conocida: “arrimar las brasas a su sardina”, que es aprovecharse de circunstancias favorables o hacer un uso egoísta de determinada situación. Cuando el escenario se presenta propicio, invade la tentación de debilitar la ley con acciones aviesas.

Aquí se coloca sobre la mesa el debate sobre la libertad de prensa, de conciencia, ética, leyes que se muestran con falta de fuerza, dando pie a una cultura de lo vulnerable que finalmente atenta contra la sociedad.

Tercero, hay un ingente grupo de personas que disfrutan de la curiosidad que alimentael morbo. Y siempre hay una justificación. Si vemos un accidente en la carretera, muchos se acercan para ver. Cuestionados, se apegan al argumento de saber si hay un familiar o amigo involucrado.

No hay “corrupto sin corruptor”y en el caso de los circos mediáticos la relación es a tres: el comunicador, los interesados sean estos políticos, artistas, funcionarios, parlamentarios, jueces u otros, y el público objetivo que consume con avidez el producto, el más inocente y el más perjudicado.

Cuando se trata este tema, pocos reseñan esta tercera pata de la mesa, porque pueden perder seguidores o rating.

Hay muchos sucesos que han dado origen a tratamiento informativo que algunos medios han abordado como circo mediático. El campo judicial se presta y como ejemplo recordemos el asunto Assange y la justicia de Suecia, sobre acusaciones sexuales contra Julián Assange.

Como ese hay muchos casos tanto internacional como en República Dominicana. Lo importante es transitar por estos campos minados, que siempre aparecerán, comprendiendo esta realidad y no contribuir con incrementar la anomia social que parece indetenible y que tiende a disolver el Estado como lo conocemos, sin saber hacia dónde nos conducirá.

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