-Ramón Vargas
Cuando se construyó el Hipódromo con una inversión millonaria en uno de los períodos de Balaguer, en el marco de la conmemoración del quinto Centenario del descubrimiento de América (de ahí su nombre de V Centenario), los fanáticos hípicos lo celebraron con gran entusiasmo. Les habían prometido que sería uno de los mejores y más modernos de la cuenca caribeña. Lo cierto es que todo fue un espejismo; incluso los hípicos añoran el difunto Perla Antillana, donde las apuestas aumentaban y las carreras eran más competitivas, con una pizarra donde ponían los números de las apuestas con tiza y borrador, era más transparente y confiable que ahora.
Este Hipódromo no sale de una crisis, viene de mal en peor, con una población caballar cada vez menor, donde los dueños se alejan y dejan de invertir por los pocos incentivos y las mafias que son las que deciden qué caballos ganan y cuáles pierden… a esto se suma una de las peores administraciones que, realmente, merecen un premio nobel a la mediocridad…
Resulta inexplicable que la pizarra frontal, en esta era moderna y digital, sea un desecho que cuando llueve deja de funcionar y, cuando dizque funciona, los últimos números no tienen visibilidad. Esto produce muchos disgustos porque la transparencia y confianza es fundamental donde la gente apuesta su dinero.
Si bien los caballos corren hacia adelante, las autoridades van hacia atrás. Tan terrible es la situación en el Hipódromo que algo tan sagrado y solemne como el Himno Nacional, que al escucharse debe poner a todos en atención, no se puede oír porque el equipo de sonido no sirve, a tal punto que los militares tienen que ser alertados para que se pongan en atención.
Asimismo, los monitores para que los fanáticos puedan ver las carreras de los hipódromos extranjeros, porque al de aquí cada vez juegan menos, no funcionan adecuadamente, obligando a que los hípicos tengan (algo increíble) que verlas por sus celulares… Y ni hablar de las paraderas de caballos por parte de los jinetes y otros actores que intervienen en las carreras.
Con un subsidio de más de 50 millones, casi insólito un juego subsidiado por un estado, en un País con miles de problemas y necesidades, solo en Dominicana suceden estas cosas, el gobierno pone la estructura y tiene que pagar la nómina y no recibe ningún beneficio…
Se vendió la idea de que el Hipódromo generaría los recursos para su propio desarrollo y operatividad y que el estado recibiría una porción de la ganancia por la inversión realizada, ¿Y qué tenemos?, un elefante blanco que solo genera deficiencia y conflictos, pésimo servicio, carga para los dominicanos y poca transparencia…
El gobierno, que es el mayor inversionista y propietario, tiene que intervenir para buscar correcciones; no se explica y menos justifica que se gaste ese dinero manteniendo zánganos con toda las necesidades que tenemos los dominicanos. Esto nada tiene que ver con los humildes hombres y mujeres que hacen su trabajo, que son los que más trabajan y menos ganan, ni con los fanáticos hípicos que merecen un servicio más eficiente y transparente.
Ese arrabal en lo que se ha convertido el V Centenario, con baños a veces sin agua lleno de goteras cuando llueve, debe cambiar y, el gobierno, como mayor responsable, debe intervenir…