Jingoísmo y crisis fronteriza



Isidro Toro Pampols

Jingoísmo es un anglicismo que, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), significa “patrioterismo exaltado que propugna la agresión contra otras naciones”.

En Iberoamérica utilizamos con frecuencia el termino chovinismo que, según el DRAE, es la “exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero”. Claro, cuando hay un tema de frontera es fácil la deriva hacia el jingoísmo.

En su origen la palabra jingoísmo tiene una connotación imperialista. Viene de la exaltación ultranacionalista utilizada por los gobiernos británicos, tanto conservadores como liberales, para justificar su política expansionista durante la era victoriana en pleno siglo XIX, alimentando la emoción popular en un mundo complicado donde se disputaban espacios geográficos, tanto en Europa como en ultramar, con potencias como Francia, Alemania, Rusia e incluso ya se hacía presente los Estados Unidos que, con la Ley de Islas Guaneras aprobada por el Congreso el 18 de agosto de 1856, mostraba ya su apetito imperialista autorizando a ciudadanos de los Estados Unidos a tomar posesión de las islas con depósitos de guano y ser consideradas como parte de ese país.

Nuestra isla de Alto Velo fue pretendida por un grupo norteamericano bajo el amparo de la precitada Ley en 1860.

El jingoísmo se ha utilizado recurrentemente en política. Posiblemente el expresidente de los EE. UU. Theodore Roosevelt es el más acusado de tal práctica.

Veamos algunos ejemplos hispanoamericanos en el último tercio del siglo XX.
Entre Argentina y Chile el conflicto del Beagle fue una disputa territorial sobre la determinación de la traza de la boca oriental del canal Beagle, al este del meridiano del cabo de Hornos.

Ambos países gobernados por dictaduras militares movilizaron tropas y buscaron aprovechar la oportunidad para ganar apoyos internos. Argentina, valiéndose del embargo sobre armas que pesaba contra el gobierno de Augusto Pinochet, diseño la Operación Soberanía que fue el nombre en clave del plan de invasión que planificó ejecutar en los últimos días de diciembre de 1978, pero que fue suspendido en el último momento por la intervención del papa Juan Pablo II.

Finalmente, aceptaron una intermediación del Vaticano que enfrió los ánimos y fueron al arbitraje.

En Hispanoamérica quizás el ejemplo de jingoísmo más resaltante fue el ocasionado por esa Junta Militar de Gobierno de Argentina que, en medio de una crisis interna, procede a invadir las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, ubicadas en el Atlántico, lo que se conoce como la guerra de las Malvinas, siendo una conflagración no declarada oficialmente entre Argentina y el Reino Unido que se prolongó durante diez semanas en el año 1982.

Cuatro días después de la derrota militar, la Junta exigió la dimisión de su presidente, Leopoldo Fortunato Galtieri que, tras el fracaso bélico, hizo colapsar a la dictadura militar teniendo que convocar elecciones permitiendo el retorno de la democracia.

1987 fue un año difícil en la política interna colombiana. Las acciones de distintos grupos guerrilleros enrojecían los campos del país y los medios de comunicación registraban la alarma social. En enero, un atentado terrorista con bombas incendiarias deja 13 muertos en la ciudad de Barranquilla.

El hecho es adjudicado a la Coordinadora Nacional Guerrillera. Ese mismo mes asesinan a 8 militares en una zona rural llamada Palestina. En febrero es extraditado a los EE. UU. el capo Carlos Enrique Lehder Rivas.

El registro diario de sucesos era pavoroso. El 12 de junio un comando del Ejército de Liberación Nacional (ELN) ataca en la Sierra de Perijá, donde la línea fronteriza es imaginaria, a una patrulla de la Guardia Nacional de Venezuela asesinando a 10 efectivos de esta.

En medio de esta crisis, el Gobierno de Colombia del liberal Virgilio Barco autoriza el 9 de agosto de 1987 la incursión de una corbeta de la Armada de Colombia en aguas del Golfo de Venezuela.

La crisis no se hizo esperar, Barco logró momentáneamente desviar la atención del aprieto en que se encontraba, pero vista la escalada militar y los riesgos de una confrontación real, evaluando la difícil situación que había ocasionado su decisión, aprovecho las reiteradas exhortaciones del secretario general de la OEA, João Clemente Baena Soares, y del presidente de Argentina, Raúl Alfonsín, para tomar las medidas pertinentes, retirar la corbeta y normalizar la situación.

Esos ejemplos de jingoísmo o exaltación de patriotería que propugna una política exterior agresiva contra otros Estados con la finalidad de manipular la opinión pública interna en un país y desviar su atención de los graves problemas existentes, les han dado flacos resultados a sus promotores, al menos en Hispanoamérica.

El gobierno militar de Argentina perdió toda base de sustentación. En el caso colombiano, la crisis no se resolvió y, al contrario, se fortalecieron los grupos ultranacionalistas como la Sociedad Colombiana en Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP), el cual se autodenominaba como el mayor movimiento cívico-cultural anticomunista de inspiración católica del mundo que, según informes de prensa, tuvieron relación con grupos paramilitares.
Utilizar argumentos jingoístas es colocarse al borde del precipicio del conflicto social porque en caso de salir airoso, esa euforia puede provocar ánimos de cambios no deseados y, por el contrario, la frustración siempre es mala consejera.

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