DIEZ AÑOS DE LA RUTA DE LA SEDA



Juan Pablo Lira B.

Vivimos en occidente y más concretamente bajo el “paraguas” protector de Estados Unidos, de allí que todo lo que tenga que ver con el primer socio comercial de Latinoamérica, esto es China, es mal visto, se nos desinforma o sencillamente no se nos informa. Triste pero real.

Tan es así, que hace muy pocos días, por invitación del Gobierno Chino, se reunieron en Beiging cerca de 150 presidentes o jefes de Estado, mujeres y hombres procedentes de los cuatro puntos cardinales, quienes invitados por el presidente Xi JinPing, celebraban los diez años de la Ruta de la Seda, iniciativa china cuyo objetivo inicial parecía ser el desarrollo de un gran corredor euroasiático, que promoviera las comunicaciones y el comercio de China hacia Asia central y Europa.

Con el paso de los años, su dimensión se ha ampliado, y se ha convertido en un componente fundamental de la política exterior China. Pero, en nuestros países casi no se informó sobre la relevancia del mencionado evento.
La iniciativa es la gran palanca económica para promover el papel de China como líder del sur global, y muy coherente con otras actuaciones de Beiging como la reciente ampliación a nuevos países del grupo de los BRICS, o la menor importancia que China parece conceder al G-20, en el que participan las principales economías de occidente.

No se crea que los países del norte se han mantenido indiferentes. La Unión Europea lanzó a finales del 2021 el Global Gateway, cuyo objetivo es contribuir al desarrollo de los socios de la UE, en particular los del continente africano en donde tuvieron colonias y de adonde provienen miles de migrantes.

Y el G-7 también ha reaccionado lanzando su propia iniciativa económica para competir con China, a través del Partnership for Global Infrastructure and Investment (PGII), con el que se busca financiar proyectos de infraestructura e inversión.

En todo caso, la iniciativa china está en proceso de ajuste. Así, en estos últimos años ha perdido buena parte de su impulso en términos cuantitativos: los fondos asociados a proyectos, tanto de inversiones como préstamos, han disminuido, y ello por la desaceleración de la economía china.

Además, para muchos países, los créditos chinos han ocasionado un fuerte aumento de su deuda externa, encontrándose con dificultades para cumplir con sus compromisos, deteriorándose la imagen de China.

¿Hacia dónde evolucionará la Ruta de la Seda? ¿Cuáles serán los principales rasgos de su reorientación?

Se pondrá más énfasis en la calidad que en la cantidad: proyectos de menor tamaño; menos proyectos de grandes obras de infraestructura en favor de proyectos con una dimensión medioambiental o dirigidos a impulsar la digitalización (se ha lanzado en este sentido un nuevo concepto: la ruta de la seda digital); procedimientos de adjudicación más acordes con las prácticas aceptadas a nivel internacional; un mayor esfuerzo para atraer financiación privada.

En todo caso, y en contra de lo que algunos han previsto, la iniciativa se mantendrá, aunque con una dimensión más reducida en términos de los fondos que se comprometerán. La Ruta de la Seda tiene el sello personal de Xi Jinping, cuyo poder autocrático ha alcanzado un nivel que China no conocía desde la época de Mao.

La iniciativa continuará siendo importante para la política exterior china, en su competencia con el mundo occidental por ser la potencia que monitoreará el sur global. Así, China se está convirtiendo en una potencia que ofrece un modelo al desarrollo alternativo al que conocemos en occidente, que no ha sido muy eficiente como nos consta.

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