Cooperativismo y posthumanismo



Por Isidro Toro Pampols

La pandemia del Covid-19 aceleró el desarrollo y la utilización de plataformas digitales teniendo un efecto disruptivo en la sociedad.
Como consecuencia de los anterior, nuevamente se colocó sobre la mesa de discusión una serie de interrogantes con respecto a la tecnología cuya acción puede incidir en la sociedad y, por ende, afectar el desarrollo del cooperativismo como empresa de corte democrática y social.

Tal como plantea el sociólogo francés Gabriel de Tarde (1843-1904), la sociedad no se encuentra en un estado de equilibrio permanente, sino que la pone en movimiento los inventos, nuevas ideas, modelos de pensamientos y formas de conductas de personas creativas que rompen la posibilidad de cualquier estado hipnótico de la misma. La ética no está ausente de esta dinámica.

Como ejemplo podemos señalar la visión que tenía el hombre de sí mismo la cual sufrió una transformación durante el Renacimiento, tiempo de eclosión del humanismo y posteriormente la Ilustración.

Otro gran cambio se generó durante la Revolución Industrial, recogiendo las ideas de la Ilustración hechas parcialmente realidad en los cambios sociales adelantados por las revoluciones de la época: norteamericana, francesa, hispanoamericana, de 1830 y 1848 en Europa, entre otras; aunado a un acelerado desarrollo científico y tecnológico.

De allí se ha evolucionado hacia el concepto de posthumanismo, originado en los campos de la ciencia ficción, la futurología, el arte contemporáneo, la tecnología y la filosofía, al punto que toma cuerpo la hipótesis de un nuevo prototipo de ser humano, tal como lo plantea el transhumanismo, que genera interesantes debates.

Desde inicios del siglo XX muchos autores vienen trabajando la idea de los beneficios que provendrían de las aplicaciones de las ciencias avanzadas a la biología humana.

El planteamiento lo hace un movimiento cultural que tiene como objetivo transformar la condición humana mediante el desarrollo y aplicación de tecnologías que mejoren las capacidades tanto física, como psicológicas e intelectuales, corriente denominada transhumanismo.

La rápida transformación que estamos viviendo implica un tema fundamentalmente ético, aunque algunos no lo consideren así. Los humanistas ponen su centro en la conservación de los sistemas naturales.

Los transhumanistas consideran que buena parte de lo “natural” es un obstáculo para el progreso. Los defensores del transhumanismo califican a sus críticos de ser nuevos Nedd Ludd, un personaje posiblemente imaginario que destruía maquinas como protesta por el desempleo que ocasionaba y las malas condiciones de vida que implicaba el progreso del maquinismo en los albores de la Revolución Industrial.

Hoy hay un movimiento autodenominado neoludismo que propone que los avances sean probados y seguros antes de ser colocados en el mercado y adoptados por la sociedad.

Ese hecho ha colocado nueva vez de bulto un viejo tema de discusión sobre cómo los dispositivos electrónicos transformarán la humanidad. Inclusive convertir al individuo en un robot mediante la eventual incorporación al cerebro humano, por medio de neuro circuitos, de una superinteligencia artificial.

Esto significa que el intelecto humano se desarrollaría de forma exponencial, haciendo que el aprendizaje y la adquisición de habilidades se realizarían mucho más rápido. Ahora el punto es quien programa esa superinteligencia artificial.

El cooperativismo como asociación libre de individuos y realidad social no puede estar ajeno al debate.
Las cooperativas son asociaciones de personas con el objetivo de desarrollar una actividad económica, con sentido social, practicando libremente principios de participación y solidaridad.

El tema planteado obliga a una discusión enmarcada en el campo de la ética. Se acusa a los transhumanistas de elaborar una propuesta moral que parece reducirse a propugnar la eliminación de las barreras que pueden dificultar el incremento del poder en los seres humanos.

No podemos conformarnos con la manida frase: el futuro nos alcanza y si discutir e investigar sobre las tendencias, por lo que el escenario cooperativista no puede estar ajeno ya que podemos encontrarnos a las puertas de un nuevo oscurantismo donde el pensamiento único, ajeno a la crítica interna o externa y sin ideas confrontadas, se sustente en la inteligencia artificial colocando al colectivo, incluso cooperativista, al servicio de una minúscula elite.

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