Ludismo siglo XXI



Isidro Toro Pampols

Vivimos en una dinámica signada por el desarrollo tecnológico que acontece a velocidad de vértigo. Esa realidad tiene sus críticos.

En 1996 se realizó en Ohio, Estados Unidos, el Segundo Congreso Ludista y allí definieron el neoludismo como “un movimiento sin líderes de resistencia pasiva al consumismo y a las tecnologías cada vez más extrañas y amenazadoras de la Edad Informática».(1)

El antecedente a mediano plazo del neoludismo se encuentra a finales del siglo XVIII y principios del XIX en el movimiento ludista.

El ludismo fue una corriente rebelde y de resistencia, con algunos signos de violencia especialmente en Inglaterra en los inicios de la eclosión de la Revolución Industrial, protagonizado por artesanos y trabajadores principalmente de la industria textil, contra las nuevas máquinas que destruían empleos e incluso, reemplazaban obreros por otros menos especializados.

El nombre proviene de Ned Ludd, un trabajador de existencia dudosa o quienes actuaban bajo seudónimo, quien en 1811 incendiaron varias máquinas textiles en respuesta al maquinismo que desplazaba a los trabajadores.

Esto ocurría en un ambiente social en que estaba prohibido el asociacionismo obrero, hablamos de Inglaterra, por una serie de leyes conocidas como Combination Laws de 1799 y 1800.

El contexto económico para el incipiente proletariado era dantesco tanto en el siglo XVIII como el XIX. Las guerras europeas golpeaban duramente a los más débiles socialmente, quienes aportaban buena parte de la juventud para los conflictos bélicos y los que quedaban en casa sufrían los efectos de la carestía y la inflación.

El siglo XIX ve nacer a los partidos políticos algo parecidos a como los conocemos en nuestro tiempo, los sindicatos y otras formas asociativas. Representaban en ese tiempo a la sociedad civil y eran los canales de intermediación con el Estado.

Esto ocurría en toda Europa occidental, especialmente tras la Revolución francesa, las revoluciones liberales en varios países de Europa y la llamada Primavera de los Pueblos de 1848, que desató la vorágine y en muchos países se impusieron constituciones democráticas que eran aceptadas por las monarquías.

Pero lo anterior no era óbice para dejar de pensar en que el maquinismo desplazaba al ser humano y, aunque los regímenes constitucionales legislaban en favor de cierto equilibrio social, siempre el desarrollo tecnológico se encontraba adelante del humano.

Hoy nos encontramos en una nueva etapa del conflicto en el cual el impacto tecnológico, especialmente de las ciencias de la computación, muestra algunos graves efectos negativos en los individuos y las comunidades.

Los grupos neoludistas y otros intelectuales no identificados como tales, exigen la aplicación del principio de precaución exigiendo que los avances sean probados y seguros antes de ser colocados en el mercado y adoptados por la sociedad.

El punto nodal es que avanzamos hacia una sociedad, a nivel global, en la cual el mercado es más influyente al momento de dictar las normas y, la mayoría de las veces, se impone la variable ganancia económica frente a la armonía social a la hora de tomar decisiones.
Vemos con alarma la sucesión de hechos sociales que ponen sobre relieve una distorsión que no terminará en nada bueno.

De allí la importancia de la asociatividad, reorientar a los partidos políticos en su función de articuladores de los intereses de la sociedad, activar los gremios, sindicatos, entre otros, en pro de buscar un desarrollo tecnológico que no termine transformando a la población en una nueva servidumbre, como en la época feudal, en la cual quienes controlen la informática sean los nuevos señores feudales.

Nota:
19 https://mondediplo.com/1997/02/20luddites

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