SIN INTEGRACION NO HAY SOLUCION



Juan Pablo Lira B.

La humanidad vivió entre 1938 y 1945 uno de los mayores horrores que haya conocido. Las cifras hablan por sí solas.

En la Segunda Guerra Mundial murieron mas de 60 millones de seres humanos, quedando en la retina y memoria la brutal y condenable masacre de judíos, gitanos, discapacitados y homosexuales, entre otros, en el holocausto desatado por el nacionalsocialismo encabezado por Hitler, que de manera incomprensible atesoro el pueblo alemán.

Antes de cumplirse diez años de alcanzada la paz, dejando de lado las odiosidades y rencores del enfrentamiento bélico, seis lideres europeos se pusieron de acordaron crear la Comunidad del Carbón y del Acero, primer peldaño de lo que seria la integración entre los países europeos occidentales, porque del otro lado y regidos por la Unión Soviética se encontraba un numeroso grupo de países que finalizada la guerra entraron a conformar lo que coloquialmente se conoció como los países tras la cortina de hierro, que fueran ocupados por las tropas soviéticas en su avance hacia la Alemania nazi.

En 1957 en Roma, acordaron profundizar la integración conformando la Comunidad Económica y en paralelo la Comunidad Europea de Energía Atómica.

Este entendimiento entre Italia, Francia, Alemania Occidental, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos, dio pie para que, hasta nuestros días, el entendimiento entre los países europeos aumente, se afiate y profundice, avanzando tanto en integración económica como política, siendo para ello crucial la cesión de soberanía.

Hoy, 27 países europeos, conviven con una moneda común, y políticas en muy diversos ámbitos que son comunes a todos, lo cual entre otros aspectos permite que los habitantes de dichos países puedan moverse y habitar en uno o en otro sin mayores restricciones.

El bienestar y el progreso es lo que prima, lo cual no excluye que se vivan tensiones, desacuerdos o desavenencias.

Las nacionalidades se mantienen al igual que sus culturas y tradiciones. En el espacio europeo, se habla más de diez idiomas, sin contar los múltiples dialectos. Conviven en armonía católicos y protestantes, judíos y musulmanes, demostrándose un alto nivel de tolerancia, que de manera creciente se ve alterado por la masiva migración africana proveniente de sus excolonias.

Lo relatado contrasta con nuestro alicaído y cada vez más desintegrado continente, que mayoritariamente habla español, cuenta con gobiernos -independientemente de su tendencia ideológica- mayoritariamente de origen democrático, y no ha habido conflagraciones bélicas de alta escala entre ellos en los últimos cien años.

Todo ello, mas otros factores debieran ayudarnos a impulsar una integración política y económica entre nuestros países, que haga posible que salgamos del marasmo y deplorable estado de postración social, económica y política en que nos encontramos, ya por demasiadas décadas.

Se han hecho, desde antes de los cincuenta diversos intentos por integrarnos, habiendo siempre aparecido obstáculos -ya sean políticos o económicos- que de manera inexplicable han hecho que ellos aborten.

Si somos pragmáticos y nos ponemos serios, debemos hacernos cargo que somos el continente mas desigual del mundo, generando asi una pobreza irritante, mientras poseemos muy grandes reservas de minerales, una biodiversidad necesaria para la humanidad, y de pronto lo más importante, una de las mayores reservas de agua dulce del globo terráqueo, elemento crecientemente escaso, mientras el calentamiento global avanza.

Ello, debiera darnos esperanzas. Si no acordamos integrarnos, manteniéndonos como parcelas estancas, nos estamos condenando a seguir viviendo en la actual inequidad social, arriesgando la paz y progreso al que nuestros pueblos tienen derecho, permitiendo de paso que las bandas delincuenciales empiecen a controlar los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de nuestros países.

Por ello, sin integración no hay solución.

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