96 horas antes de la realidad electoral



Por Rafael Céspedes Morillo

Hemos tenido un recorrido completo, hemos transitado para analizar durante dos años antes del próximo domingo, las cosas que veíamos entonces, las razones de estas a partir de mi visión, es decir, a partir de mi lectura del escenario en cada momento, porque los que como yo hacemos análisis de los escenarios políticos, leemos lo que vemos, aunque nos paseamos por lo que dicen.

Fundamentalmente vemos lo que hacen, vemos cómo afectan el escenario esas acciones, expresiones, las promesas, las aceptaciones, los rechazos, las respuestas, los resultados, los cambios de actitud y de ruta, en fin, son muchas cosas en las que nos enfocamos para pronosticar lo que pudiera ser el resultado de la unión de todas esas cosas.

Algunos ‘’analistas’’ dicen lo que les conviene, asumen posiciones según el nivel de lo que reciben, hablan como analistas, pero realmente hablan de sus deseos y de sus conveniencias, no defienden la verdad, defienden sus beneficios, ¡claro! Podemos admitir que en ocasiones pueden coincidir con la realidad, pero solo son así, coincidencias y no porque sea eso lo que busquen.

Con pena tengo que decir, que soy un ave rara en esta época, aunque no soy único en ver que las palabras en vez de tener valor, ahora tienen precio, tengo el problema de mis enseñanzas paternas; tuve un padre que me dijo dos cosas que jamás he podido olvidar, y que no quiero olvidar, por el contrario, siempre recordarlas, como hasta ahora ha sucedido.

Mi padre, en un momento que parecía perderme con los no mejores amigos, en francachelas y comportamientos que no eran los que él entendía convenientes para mí, por su forma, él no era dado a golpear físicamente, sus consejos sí eran como espadas, cortaban, dejaban huellas, como en aquel caso que me había descuidado en los estudios por estar de fiesta permanente.

Él me pidió sentarme en un sillón frente al que él estaba sentado y me dijo: ‘’Yo veo lo que usted hace, que no es lo que yo haría, ni es lo que me gustaría verlo hacer, pero usted es adulto y tiene el derecho a decidir qué hacer, usted sabe que yo no tuve oportunidad de estudiar, lo que me hubiese gustado hacer, pero usted, que sí la tiene, la desaprovecha.

Pues déjeme decirle algo: Usted no está obligado a estudiar, me basta con que usted sea un hombre honesto, y eso sí le pido. Estudiar no es obligatorio, pero si va a seguir viviendo en esta casa, tiene la obligación de ser serio’’.

Le prometí que haría las dos cosas. Con el tiempo, cada vez que me proponía hacer algo no común, me preguntaba si eso era honesto, y así ha sido el caminar de mi vida; solo hago lo que creo que es honesto, al margen de que pudiera por equivoco actuar diferente, pero jamás de modo consciente.

La otra cosa que mi padre me dijo un día, en que parecía que quería tragarme el mundo para que fuera todo mío, y me despedía de las calles cuando ya no podía más. Igual que la vez anterior, me sentó y me dijo: “mi hijo, no pierda tu tiempo yendo tan de prisa, porque cuando pase por el jardín, apenas podrás ver las flores, y no podrás disfrutar sus aromas’’.

Aprendí entonces que tal cual dicen por ahí, todo pasa y todo queda, solo que debemos aprender a saber cuándo es uno y cuándo es otro. ¿Por qué estas referencias? Porque algunos me han llamado para aconsejarme que no me arriesgue tanto, para decirme que estoy equivocado, que perderé la credibilidad, que no me conviene, y muchas cosas más.

Algunos de ellos lo hacen porque me quieren, otros, los menos, porque no me quieren, porque quieren que yo diga lo que les conviene a ellos. Y es que no saben que a mí lo que más me conviene es decir con honradez lo que creo, que no siempre es lo que quiero, pero siempre será lo que creo, dejando claro que puedo equivocarme.

Hace dos años aproximadamente, el escenario que yo tenía en frente era para que el 19 de mayo se oficializaría una segunda vuelta. El que veo hoy es que eso no sucederá. Amanecerá y veremos…

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