Punta Cana nos está dando una alerta



Por Manuel Jiménez V.

Punta Cana, ubicada en la costa este de la República Dominicana, es un destino turístico de renombre mundial.

Su aeropuerto internacional es el de mayor operación en todo el país, recibiendo alrededor de 20 mil pasajeros diarios, lo que suma un estimado de ocho millones de visitantes al año.

Este flujo masivo de turistas explica el vertiginoso y sostenido crecimiento de esta zona turística, que actualmente cuenta con una oferta de 46,500 habitaciones, con proyecciones de crecimiento para este 2024 de más de tres mil habitaciones adicionales.

El atractivo de Punta Cana radica en su variada oferta: grandes plazas comerciales, restaurantes, parques acuáticos, discotecas, oportunidades inmobiliarias, su impresionante costa playera, y un sinfín de actividades que garantizan una experiencia grata tanto para visitantes extranjeros como nacionales.

Desde la pandemia, ha habido un auge en la construcción de proyectos inmobiliarios, especialmente edificios residenciales, impulsado por inversores que ven en Punta Cana un destino ideal para descanso o alquiler vacacional, facilitado por plataformas digitales que conectan a propietarios con interesados de todo el mundo.

El acceso a Punta Cana es cómodo y seguro gracias a una moderna autopista que facilita la llegada desde distintas partes del país. En materia de seguridad, aunque no es alarmante, presenta aislados incidentes de delincuencia menor.

La zona ha atraído a muchos dominicanos de otras provincias, tan distantes como Pedernales y Montecristi o tan cercanas como Higüey y La Romana, en busca de mejores oportunidades laborales y una calidad de vida superior, aprovechando el desarrollo económico y las hermosas playas costeras.

Sin embargo, Punta Cana enfrenta retos importantes que podrían amenazar su estabilidad y progreso. Uno de los más preocupantes es la creciente presencia de migrantes haitianos en la zona.

Aunque no se tiene un registro preciso de cuántos inmigrantes haitianos residen en la zona actualmente, es evidente que su presencia ha aumentado notablemente, especialmente en comunidades periféricas como El Hoyo de Friusa, donde hace unos años se estimaba que residían alrededor de 35 mil haitianos, la mayoría indocumentados, situación que se ha extendido hasta zonas de la comunidad de Verón.

Los migrantes haitianos están presentes en prácticamente todas las actividades laborales de Punta Cana, rivalizando con los trabajadores dominicanos. Su presencia es notable en sectores como el motoconcho (transporte en motocicleta), limpieza y seguridad en edificios y villas residenciales, así como en establecimientos comerciales, hoteles, restaurantes, tiendas diversas, trabajos domésticos en residencias particulares y el delivery.

El vertiginoso crecimiento de la construcción en la zona ha provocado en gran medida este incremento de esta presencia extranjera, sobre todo sin estar sometida a ningún tipo de regulación y control por parte de las autoridades. Además, los desarrolladores prefieren esta mano de obra barata, lo que representa un incentivo adicional.

Esta situación está generando tensiones y preocupaciones sobre la seguridad y el orden en una zona de vital importancia económica para la República Dominicana.

Los operativos de la Dirección de Migración son limitados debido al riesgo de enfrentamientos violentos, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, pero también guardando la prudencia en un punto sensible donde cualquier incidente trasciende más allá de nuestras fronteras.

No es exagerado advertir que la falta de control y regulación de esta migración masiva podría desnaturalizar el progreso alcanzado en Punta Cana, convirtiéndola en una zona de mayor conflictividad y deterioro de la seguridad.

Un ejemplo notorio de esta desbordada presencia de migrantes se observa cada mañana, cuando cientos de haitianos salen de comunidades como El Hoyo de Friusa y Verón hacia los puntos de transporte en el bulevar, desde donde son llevados a las construcciones de hoteles, plazas comerciales, edificios residenciales y otras obras.

El sector de la construcción no es el único que abre sus puertas a los migrantes ilegales. También he observado cómo negocios, desde colmados, tiendas, plazas comerciales, zonas residenciales, el transporte y labores de seguridad, registran una presencia notoria de inmigrantes y no se conoce de intervenciones o chequeos de inspectores de migración para conocer el estatus de estos extranjeros.

Punta Cana se ha convertido, en muchos aspectos, en un enclave haitiano dentro del principal polo turístico del país. Es una realidad que presenta desafíos impostergables para las autoridades y la comunidad local, que deben encontrar formas de gestionar la presencia de estos miles de migrantes, que registra ya un número que está muy por encima de lo que demanda en términos laborales un sector sensible y de tanto impacto para la zona como la construcción.

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