Ebrio sin tomar



Por Hanoi Vargas

El alcohol es depresor del sistema nervioso central; sus efectos psicoactivos de embriaguez disminuyen el estrés, resultante del agobio al interpretar acontecimientos diarios; puede desarticular pensamientos intrusivos generadores de culpa, miedo, vergüenza… Desestresa también porque es desinhibidor, facilitando el no darle mente a las cosas; de ahí la expresión: “No hay mujeres feas…”.

Aunque el consumo de ciertas sustancias psicoactivas sea un procedimiento para evadir realidades psicológicas incómodas de asumir, existen sistemas psíquicos más “sofisticados” que desactivan las llamadas “disonancias cognitivas” o conflictos mentales; el principal de ellos es conocido como “racionalización”, cuya función mental podríamos entenderla imaginando un electricista aislando “el chipeo” de dos cables usándose tape.

Pensemos ahora que robar es malo, por estar penado por ley, ir en contra del valor honestidad (inicia “el chipeo”), y rechazado por perjudicar a los demás; pero si asumo: “Ladrón que le roba a ladrón, tiene cien años de perdón”, otorgo permiso para ello disipando la culpa; de ahí puedo proseguir criticando la forma en que el rico se enriquece… Una “Loable” justificación que me aleja del vulgar atracador y me acerca a Robin Hood; personaje favorito del político que roba billones para repartir miles; siempre por el partido, la democracia, la modernidad… Y todas aquellas “mamadas” plausibles al pillaje, con lo que también justificará el empresario la evasión de impuestos; un ojo por ojo que socialmente nos va dejando ciegos.

Misma forma para el adulterio, que también encuentra su dicho, aunque en esencia nada tenga que ver con ello: “El que tiene tienda la atiende o sino la vende”. La cuestión sería, no enfrentar verdades que desdicen de mí; “me anestesio”, porque la envidia, la traición y deslealtad son duras de ver, prefiero mejor devaluar al otro para reafirmarme yo.

Cuando un supuesto amigo o amiga conspira en traición contra ti insinuándose a tu pareja, no lo hace asumiendo un pensamiento sobrio, sino bajo la embriaguez de la racionalización; empieza a desmeritarte, asegurarse que no eres merecedor o merecedora de lo que tienes; que ella o él están contigo sin ser feliz…Y bajo ese sorbo narcótico se embriagan cada día, hasta que “se lanzan”; y si encuentra otra mente igual de ebria, justificaciones sobrarán para la vileza, que poco tendrá que ver con tus faltas de atributos, sino con pasiones humanas excluyentes y egocéntricas, entendidas cuando se pasa de victimario a víctima, como “cubetazo” de agua fría al borracho.

Mediante mecanismos así, me voy haciendo “mala persona”, sentimentalmente árido, infértil, de psiquis asfaltada. Por el contrario, los sobrios, trasparentes, ecuánimes, introspectivos y reflexivos, serán sinceros y humildes, dispuestos a ver las cosas como son, siempre responsables para sumir las consecuencias de sus malas decisiones; y crecerán a partir de ello, porque no ven el problema fuera, ni que el mal les hace bien. Recordemos el conferenciante que hablaba a una multitud en contra del alcohol; lo ilustraba usando dos copas, una con agua y otra con whisky; en la primera echo un gusano, que salió con facilidad, y acto seguido, lo introdujo en la de alcohol, donde se deshizo; luego, la gran pregunta: “¿Qué creen ustedes pasa a quienes se embriagan?” ¡Silencio total! Hasta levantarse un señor, ebrio, que dijo: “¡Que quienes lo beben, se matan to lo bicho!”

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