Breve historia y perspectivas del cooperativismo dominicano



Isidro Toro Pampols

Las primeras cooperativas se desarrollaron en Europa durante el siglo XIX acicateada por las desigualdades económicas, sociales y las relaciones de señorío entre patronos y obreros durante la Revolución Industrial. El principio que predominó fue la solidaridad de sujetos económica y socialmente débiles en su individualidad, frente a las grandes fuerzas dominadoras.
En el pensamiento social dominicano destaca Ulises Francisco Espaillat en la segunda mitad del siglo XIX, quien bajo el seudónimo de “María” escribió una serie de artículos durante la primera administración de Ignacio María González. Espaillat hace énfasis en la creación de un espíritu de asociación que desterrase el individualismo indisciplinado. También criticó a la “clase directora”, a la que él pertenecía. Su ideario se enmarca en el parámetro descrito en el párrafo anterior. Propugnó por la conformación de sociedades de oficios, culturales, patrióticas y religiosas. Abogó, y fue pionero, por cooperativas en forma de cajas de ahorro que permitieran el acceso a los productores al crédito con intereses blandos.
Habrá que esperar hasta 1918 para que se den los primeros pasos. Por ordenanza del gobernador norteamericano se autoriza la organización de cooperativas en Villa Vásquez, provincia de Montecristi, donde surgieron las primeras asociaciones arroceras y cafetaleras.
El presidente Horacio Vásquez en el proyecto de Ley el 11 abril del 1929 crea la Junta Cooperativa Agrícola. En 1933 Rafael Leónidas Trujillo autorizó la formación de cooperativas de ahorro y crédito en las Fuerzas Armadas Dominicanas.
Monseñor Ricardo Pittini convocó el 1º de octubre de 1946 a la Celebración de la Semana Social del Caribe en República Dominicana. El tema central fue el cooperativismo. Los eventos fueron coordinados por el presbítero Alphonsus Chafe (padre Alfonso), Superior de la Misión Extranjera de los Scarboros en el país; quien era párroco en Manoguayabo. En el marco de la Semana, el padre Alfonso funda una cooperativa en su parroquia, con criterios actualizados.
De su lado, al padre canadiense Harvey Steele (padre Pablo) le asignan las parroquias de Monte Plata y Boyà, donde funda cooperativas. En 1948 es comisionado por sus superiores para la promoción del cooperativismo como expresión de la acción social de la Iglesia en toda la República Dominicana. El cura Pablo Steele es considerado padre del cooperativismo dominicano.
En 1952 se promulga el primer instrumento legal referido al cooperativismo dominicano. A partir de allí se suceden una serie de leyes hasta la 31 que, en 1963, crea el Instituto de Desarrollo y Crédito Cooperativo (IDECOOP) y el año siguiente la 127-64 sobre Asociaciones Cooperativas, vigentes hoy.
Hoy el cooperativismo dominicano cuenta con más de un millar de asociaciones que agrupan alrededor de dos millones de socios, lo que es prueba fehaciente de la fortaleza del sector. Los activos se calculan en torno a los 200 mil millones de pesos, por lo que se hace imperativo modernizar el régimen legal con un instrumento que responda a las exigencias de un ala de la economía que se encuentra en franco crecimiento.
El cooperativismo mantiene un crecimiento natural producto de su solidez como sector, pero su contribución al progreso con armonía social podría ser superior si se adoptaran planteamientos de avanzada como los del ingeniero y cooperativista Ramon Ureña Torrez, quien en conferencia coloco sobre relieve la necesidad de profundizar los programas educativos para inculcar en los estudiantes el ideal cooperativista, aspiración que se plasmó en la Ley 28 de 1963 en la cual se declara la enseñanza del cooperativismo en el segundo curso de educación intermedia (8vo curso) y en el tercer curso de bachillerato, mandato que ha quedado como letra natimuerta, aunque si se han creado cooperativas escolares de acuerdo con la Ley 4227 del 6 de agosto de 1955.
También plantea fomentar la formación a lo interno de las cooperativas a fin de incorporar los adelantos en materia de gerencia moderna, comercialización e innovación tecnológica, esenciales en un mercado dinámico y de alta competencia.
Fortalecer el cooperativismo como columna vertebral de la economía social; tal como la circular o reciclaje, la naranja que incluye toda expresión cultural hecha economía como la artesanía, los proyectos cinematográficos, etc., la verde, que trabaja en función de minimizar los riesgos medioambientales, entre otras; es contribuir con el desarrollo sustentable del país.
El ingeniero Ureña Torrez aboga por una banca estatal que reserve parte de su cartera para créditos blandos destinados a las cooperativas de producción y trabajo, agropecuarias, viviendas y servicios públicos a bajas tasas de interés, para aquilatar la base primaria de cualquier economía saludable. Este planteamiento nos recuerda el ideario de Espaillat.

Bibliografía:
Cassà, Roberto. Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps. Archivo General de la Nación. Santo Domingo. 2010.
Concepción, Yanio. Cooperativismo dominicano 1918-1986. https://yanioconcepcion.com/2021/10/25/cooperativismo-dominicano-3/

Ortiz, Bernardino. Del liderazgo de una Empresa Cooperativa. IDECOOP. Santo Domingo. 2009

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