Transfuguismo o la volatilidad en política




Isidro Toro Pampols

El 21 de enero del 2021 un grupo de diputados del conjunto opositor Creemos, en Bolivia, fueron expulsados de sus filas por haber cometido “transfugio político”.

El hecho se fundamentó en el hecho de aceptar formar parte de la Comisión de Ética del Parlamento como representantes de la oposición, siendo postulados por el MAS, o sea, el partido gobernante.

En Bolivia se entiende por “transfugio” el transfuguismo.Es un americanismo que no se encuentra en el diccionario de la lengua española, pero recurrente en el país andino que denota en los políticos pragmatismo, oportunismo político, ausencia de ideológica, desviación en las convicciones, deserción, personalismo, felonía, entre otras características personales.

El artículo 38 de la Ley de Organizaciones Políticas del año 2018 del Estado Plurinacional de Bolivia establece: «(TRANSFUGIO POLÍTICO).

La o el representante que ocupe cargos electivos de representación política en los órganos deliberativos de los diferentes niveles del Estado Plurinacional de Bolivia, exceptuando a las y los representantes de las naciones y pueblos indígena originario campesinos elegidos directamente, incurrirá en transfugio político, cuando:

a. Asuma una militancia, inscrita o declarada públicamente, distinta a la de la organización política o alianza que la o lo postuló.

b. Declare públicamente su independencia respecto a la organización política o alianza que la o lo postuló, en el caso de militantes.

c. Asuma de forma pública una posición política contraria a la declaración de principios, la plataforma programática y/o al programa de gobierno de la organización política que la o lo postuló.»

Y en su artículo 39 establece taxativamente que el escaño «corresponde a la organización política que lo ganó en elecciones, sola o en alianza, durante el periodo de mandato establecido, a excepción de los correspondientes a naciones y pueblos indígena originario campesinos elegidos de forma directa».

El transfugio político queda circunscrito al ámbito legislativo.
En el argot político hispanoamericano el transfuguismo se reconoce con varios nombres.

En Ecuador se relaciona con el deporte cuando un futbolista se cambia de equipo se habla de «cambio de camiseta», por lo que se le aplica la expresión a quien se pasa de un partido a otro.

En Venezuela se habla de «saltar la talanquera», así como los toros saltan las barreras en las fiestas taurinas, así algunos políticos «brincan» de un bando a otro tras el correspondiente soporte.

«Borocotizar» se le dice en Argentina, por Eduardo Lorenzo Borocotó quien dio un salto en el Congreso argentino en la legislatura del año 2005 y, los nuevos casos, se le denomina de esa forma.

Cuando una persona vota por un partido político y por el conjunto de candidatos que dicha agrupación avala, existiendo listas cerradas o voto preferencial e incluso, uninominal, supuestamente lo hace pensando que el elegido respete el programa electoral propuesto por su partido, que es de presumir comparte el candidato.

Siempre ha existido el tránsito de un partido a otro. Ejemplo como el de Winston Churchill quien pasó del Partido Conservados al Liberal aceptando en 1911 el cargo de lord del Almirantazgo y en 1924 se reconcilió con los conservadores y un año después fue puesto al frente del ministerio de Hacienda.

Pero cuando un individuo pasa de una agrupación a otra sin «llevarse» el cargo que ostenta ganado bajo la antigua bandera, no se puede considerar transfuguismo.

En España se acostumbra en estos casos, aunque no es obligado, a renunciar al «acta» de diputado, senador o edil.

La volatilidad electoral latinoamericana ha sido estudiada por el profesor Scott Mainwaring de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos señalando, entre otras consecuencias, la inestabilidad y poca formación de buena parte del liderazgo partidista en la región. (1)

Siempre los desertores tienen una excusa, como plantea el profesor Jorge Esteban, catedrático español de Derecho Constitucional: «los sujetos del transfuguismo tratan de justificar su paso a otro grupo político aduciendo siempre alguna razón, pero con independencia de esos argumentos siempre se prestan a la simulación política». (2)

En lo personal soy prudente al calificar de tránsfuga a un individuo, ya que hay que analizar cada caso en particular.

Las secuelas del transfuguismo son terribles: falsean la representación política, lesiona el sistema de partidos, afecta la gobernabilidad, estimula la corrupción, distorsiona la cultura democrática.

República Dominicana se acerca aceleradamente a un nuevo certamen electoral que copará la escena desde mediado de este año, aunque desde hace tiempo el debate está en los medios de comunicación y redes sociales.

El transito entre partidos ha sido voluminoso. Incluso hay quienes han pasado del partido de gobierno a los de oposición.

Lo más publicitados han sido la «salta de talanquera» de muchos regidores, alcaldes y parlamentarios hacia las filas del gobernante Partido Revolucionario Moderno.

La oposición critica y acusa al oficialismo de utilizar armas «non santas» para ganar esos apoyos.

Los voceros gubernativos aducen que vienen tras el mensaje alentador de su liderazgo al tiempo que arremeten denunciando que es una práctica recurrente de todas las administraciones.

Este último es un pobre argumento porque la idea es cambiar logrando que la confianza del ciudadano en sus elegidos y en los partidos políticos fortalezcan los cimientos de ciudadanía, imprescindibles para un ejercicio saludable de la democracia.

En el 2024 veremos cuantos “transfugios” lograran ganar posiciones bajo la sombra de su nuevo partido.

Notas:
1) La democracia en América Latina: una conversación con Scott Mainwaring. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-76532008000100008
2) El que pierde, gana; por Jorge de Esteban, catedrático de Derecho Constitucional. https://www.iustel.com/diario_del_derecho/noticia.asp?ref_iustel=1209437

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