¿Eternizar el dolor? Reflexiones sobre el anuncio de Robertico de una Plaza en San Cristóbal



Por Manuel Jiménez

En el vasto espectro de plazas conmemorativas alrededor del mundo, encontramos ejemplos que rinden tributo a momentos históricos, a héroes nacionales y a episodios que deben perdurar en la memoria colectiva.

Desde Times Square, en Nueva York; Tian’anmen, en Pekín, China, hasta la Plaza de los Girasoles en Las Palmas, Brasil, estos monumentos simbolizan legados y valores que se desean transmitir a futuras generaciones. En República Dominicana, también hallamos plazas y monumentos que exaltan gestas patrióticas y acontecimientos sociales significativos, como la Puerta de El Conde o el Monumento a los Restauradores.

El reciente anuncio del director de Proyectos Especiales de la Presidencia, Robertico Salcedo, de erigir una plaza en honor a las víctimas de la trágica explosión en San Cristóbal, plantea cuestionamientos pertinentes. Aunque la intención podría ser loable, es fundamental analizar si eternizar el dolor es la forma más adecuada de conmemorar este episodio luctuoso.

¿Por qué construir una plaza en homenaje a una tragedia cuyas heridas aún están abiertas y cuyo origen está siendo investigado? La noción de establecer un lugar de recogimiento y reflexión es valiosa, pero existe el riesgo de que se desvirtúe en un futuro si no se maneja adecuadamente. La preocupación radica en que dicha plaza podría transformarse en un centro de diversión en lugar de un espacio para la reflexión y el recuerdo de las víctimas.

Esta tragedia, si bien dolorosa y lamentable, no puede compararse con eventos de magnitud mundial, como los atentados a las Torres Gemelas o el desastre nuclear de Chernóbil. Más bien, debería ser recordada como una lección sobre la importancia de la supervisión y fiscalización de las autoridades. Es una oportunidad para reforzar la seguridad y evitar que sucedan tragedias similares en el futuro.

En medio de la incertidumbre y el duelo, surge la propuesta de construir esta plaza. Sin embargo, ¿es realmente el camino adecuado para honrar la memoria de quienes perdieron la vida? Quizás sería más pertinente enfocarse en el acompañamiento y apoyo a las familias afectadas, en lugar de materializar el recuerdo en un espacio público.

 En este contexto, Robertico debería pensar en la idea de llevar esta tragedia al cine, respetando la profundidad del sufrimiento y el trauma, podría ser una alternativa más adecuada. La narrativa cinematográfica tiene el potencial de transmitir con empatía y veracidad las experiencias de las personas afectadas, evitando la banalización que podría derivarse de una plaza conmemorativa.

La apelación a no politizar esta tragedia es comprensible, especialmente cuando aún no se ha determinado con certeza el número de víctimas y se está llevando a cabo una investigación exhaustiva. Los expertos en conducta humana enviados por el gobierno están abordando el trauma y el dolor que sufren las familias afectadas. En lugar de politizar, es esencial ofrecer el apoyo necesario y asegurar que las medidas preventivas sean tomadas para evitar eventos similares en el futuro.

En definitiva, la propuesta de construir una plaza en San Cristóbal en honor a las víctimas merece una profunda reflexión. En momentos de duelo y dolor, la prudencia y el respeto a la sensibilidad de las familias afectadas deben prevalecer. Eternizar el dolor no es la única forma de recordar y aprender de esta tragedia. El camino a seguir debe ser aquel que brinde respeto, apoyo y prevención, sin banalizar el sufrimiento que tantas familias están experimentando.

Por tratarse de un evento de naturaleza fortuita, nadie está en capacidad de descartar el desenlace de acontecimientos futuros con similares consecuencias trágicas, lamentablemente, pues lo que está en evidencia es la ausencia de control, supervisión y fiscalización de las autoridades. Entoncés, llenaríamos el país de plazas conmemorativas de tragedias?

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