Del Pelotero, la Niña y el Morbo a la Tomografía de la Degradación Social

Por José Ricardo Taveras Blanco

Al caso del beisbolista Wander Franco y la menor abusada se le está dando un enfoque adecuado en algunos casos pero en su mayor parte morboso y estereotipado, fuertemente influenciado por el pre-condicionamiento enlatado de las ideologías postmodernas, que mientras se desgañitan exigiendo una educación sexual en la que ponen como estandarte el derecho de los niños a ser entes sexuales, en la que participe como eje transversal su derecho a decidir conforme a un criterio ideológico y no biológico, por el otro desgarran sus vestiduras cuando son abusadas sexualmente.

Lamento decir que en lo último me toca coincidir con ellos, pero no se confundan, lo hago por distintas razones.

Son pocos los que se han detenido a mirar ese proceso como un espejo de la crisis de valores que impacta la sociedad dominicana como a muchas otras del mundo, aguijoneada por el abandono o la excesiva intervención del Estado en lo que respecta a muchas de sus responsabilidades o en la invasión de otras que le corresponden a la familia y a la escuela.

La educación, la cultura y la preservación de la identidad de la naciones como elementos esenciales para la fragua del tipo de ciudadanos que queremos, hoy son elementos cuasi absolutamente ausentes en las políticas públicas de la mayor parte de las naciones occidentales, especialmente en América Latina, al igual que la intervención excesiva del Estado en el fuero familiar y escolar ha devenido en una crisis de la autoridad parental y del cuerpo docente.

A lo antes dicho se suma la venta de un nuevo modelo de sociedad, sublime, excelsa, “liberal”, “avanzada”, “progresista”, etc., etc., totalmente contrapuesta a la visión de la derecha recalcitrante, clerical, populista, fascista, etc., aunque ya no se le catalogue como sirvienta del imperio, porque la sublimidad a que me he referido como panacea ideológica ha cruzado desde “la lucha sistemática contra el imperialismo yanqui” a ser usufructuarios cuasi absolutos del financiamiento de USAID.

A ellos, esos seres celestiales, no les interesa ver en ese ni en ningún otro caso más que una caja de resonancia necesaria para la justificación de los recursos que reciben de sus fuentes en el macabro servicio de alienación de los pueblos, labor que ejercen defenestrando sin piedad todos los valores que van encontrando a su paso, toda la dignidad y sobre todo la identidad de las naciones en las que operan, la nuestra no es una excepción.

En efecto, hoy le podemos llamar Wander Franco, mañana Juancito Pérez, Filomeno del Rosario o Aureliano Buendía, pero sean quienes sean, son los hijos e hijas de la sociedad del “teteo”, del hedonismo sin tasa y otras tantas corrientes generalmente degradantes que han venido convirtiendo las nuevas generaciones en marionetas de las ideologías gracias a la manipulación que ha carcomido totalmente la escala de valores en la cual solían crecer otras, a lo que se debe agregar que han venido engullendo sin misericordia todas nuestras tradiciones e identidad.

He sido mal interpretado por algunas personas que no han entendido cuando digo que el joven pelotero del último de muchos escándalos es también una víctima de veintidós años, que como muchísimos otros jóvenes ha crecido en una sociedad con cada vez más planteles escolares pero con cada vez menos escuelas, porque las aulas han pasado a ser jaulas y no un manantial donde se abreva el conocimiento, están en gran medida vacías de maestros al igual que la casa de padres.

Hay maestros y hay padres, no se trata de ser injustos con los que merecen el título, pero no todos con la vocación y capacidad que requieren nuestros desafíos, no todos preparados para comprender la dimensión de la responsabilidad que esas palabras les impone, eso de por sí es el diagnóstico del fracaso del flamante 4% del PIB, porque demuestra que para una buena educación el dinero no basta cuando no se le apareja algo que podría explicarse con la palabra mística.

De ahí que entre nuestros jóvenes, los que se esfuerzan en ser peloteros al igual que muchos otros que luchan en otras disciplinas deportivas, unos por ser contratados en grandes ligas, el básquetbol, etc., otros por promoverse en el ámbito académico o técnico, esos son de los mejores, pero igualmente aparejados a ellos hay otros que estimulados por el modelo de sociedad que estimulamos, aspiran a la promoción expedita de su bienestar a través del reclutamiento en el mercado de las drogas, la delincuencia común o cualquier otro medio, esos son los peores, unos y otros oscilan entre el bien y el mal pero coinciden en un terreno común: no han tenido hogar ni escuela y en consecuencia resultan declarados y educados como hijos y alumnos de la era del hedonismo elegantemente acompañado por el consumismo y la fama, así sea efímera, sin importar el precio que se pague por ello.

Se trata de la búsqueda del éxito material sin límites, pero eso no les basta, ante la carencia de mística en la búsqueda de sus vacíos existenciales, resulta necesario además que una vez logrado el “éxito” debe serle profusamente estrujado en los ojos a los demás, porque si no se enseña no se tiene.

En la ecuación anterior, la mujer, si es joven con más fe, pasa a ser un artículo de lujo, como una de esas cadenas de oro que se enganchan en el cuello, unas veces por los que las pueden comprar, otras por los que, cuando no pueden, las alquilan.

Sé que es deplorable admitir que la mujer pase a ser como una especie de abrigo de visón para mostrarla, no solo en los colmadones del famoso epicentro del “teteo”, la famosa Calle 42, porque el fenómeno va de lo “sublime” a lo grotesco, pero en el caso que nos ocupa, como otros tantos que tanto abundan, judicializados y sin judicializar, nos muestran que desde ahí nace la cultura del chapeo VIP o corriente, con expresiones que en todos los casos incorporan la mujer y el hombre como un objeto, la primera para servir como artículo de lujo y el otro para pagar su alquiler.

Si bien es legítimo que se siente el precedente de que los menores son sagrados, todos, no podemos perder de vista la clase de distorsión social que ha parido la cultura que nos sigue arrastrando hasta ahí, esa que se siembra a diario en las indefensas mentes de nuestros jóvenes a través múltiples medios, como los que abundan a través de expresiones artísticas como las que siguen: “… mangamos la mujere que mangan lo capo, tenemo la cadena como lo capo y manejamo lo vehículo que mangan lo capo, tu no detapa la botella que detapo, … yo visto caro y tu bartato, mi nombre es Rolex y mi apellido Cadena y tiene que dámelo a mi la mujer que ta ma buena, … yo compro en downtown y tú en nairy nay, … un flow de capo, … tenemo un flow de kilo y tu un flow de gramo”, también otra que habla de que “tu ta en chata y yo en blú”, etc., etc.

Cuando uno de nuestros jóvenes, formado en esa realidad social se topa con un contrato de grandes ligas o cualquier otro medio de promoción económica, la data con que ha sido alimentado su disco duro responderá conforme a lo que tiene dentro de su cerebro y su espíritu, lo mismo podemos decir de nuestras muchachas, cuando se topan con un pelotero, un capo o cualquiera que “las ponga en pueto” o que “le resuelva”, será imposible que en ello no se involucre ella, el papá, la mamá, los hermanos, tíos y demás familiares que integren a la orquesta, ¿o acaso ustedes creen que el que suena es el único caso?, ¿ya olvidamos el caso de la niña que falleció desangrada luego de ser prostituida con su profesor como proxeneta?

Todos ellos, la familia y el entorno, no lo duden, también han crecido en esa realidad que con tanta indiferencia vemos pasar.

Que conste que no es mi intención generalizar, sé que hay demasiados valores sembrados y encaminándose, pero, para la gran mayoría que no ha tenido la oportunidad, me tengo que seguir preguntando: ¿qué podemos esperar de todo esto? Siéntense, faltan muchas cosas por ver y excúsenme, nos las tendremos que “mangar”.

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