Sofocracia no es tecnocracia

Isidro Toro Pampols

Hay quienes plantean que el presidente de un país debe ser un tecnócrata y, al paso que va la humanidad en un futuro no lejano, se conducirá de acuerdo a lo que indique un programa de computación.

En la Antigua Grecia se consideraba filósofo a quien “amaba a la sabiduría” y para Platón, el pensador ateniense que vivió entre los años 427 y 347 a. C., consideraba que el gobierno ideal era el conformado por sabios, quienes tuviesen el saber necesario para decidir sobre el resto del pueblo, guiándolo “como un capitán gobierna a un barco”, ya que estos conocerían la realidad y tomarían las mejores decisiones.

En su alegoría del barco, Platón señalaba que “en un barco no debería decidir el más fuerte, pues no por tal condición conocerá mejor el camino”, este caso lo identificaba con la tiranía que se ejerce con la ley del más fuerte.

“En un barco no debería decidir el más rico, pues no por tal condición conocerá mejor el camino”. Este es el caso del gobierno de las minorías acaudaladas reconocida como plutocracia.

“En un barco no debería decidir el más popular, ni las creencias populares, pues no por ser mayoría conocerán el camino”.

Este es el caso de la democracia, sistema actual en la mayoría de los países en Hispanoamérica con las insuficiencias que se identifican en cada proceso electoral y en el ejercicio diario de los representantes y funcionarios en los poderes públicos.
Visto lo anterior, encontramos que, para Platón, los tres sistemas señalados son inútiles, porque no garantizan resultados ventajosos para la sociedad.
Nos dice el filósofo griego: “en un barco debería decidir los que conocieran el camino junto con los que conozcan métodos de navegación, por eso el conductor en un barco es el más sabio sobre el tema, el capitán”.

Visto lo visto, hay quienes identifican el gobierno de los sabios con tecnocracia, donde los funcionarios que toman decisiones se eligen en función de su conocimiento científico o técnico, incluso por su experiencia.

El problema de los expertos es que no son sabios. Un técnico conoce casi todo lo que hay que saber sobre su área, pero no tiene una cosmovisión.
Gobernar es un tema complejo y observamos como se presentan soluciones que lucen lógicas a situaciones, pero algunas veces hay premisas falsas, teniendo por resultado otros problemas ya que no se tiene un enfoque holístico.

Por eso los sabios, partiendo del criterio de Sócrates de que “sólo sé que nada se”, tienen la habilidad de reunir técnicos altamente calificados y tomar decisiones sobre la base de evaluar, conscientemente, las alternativas presentadas.

La fuerza de la democracia reside en una población electoral que, en nuestra realidad hispanoamericana, tiene un nivel educativo muy bajo lo que incide en resultados que exhiben una calidad democrática lastimosa que se refleja en la escogencia de dirigentes que, en muchas ocasiones, están muy lejos de considerarse técnicos y mucho menos sabios.

La democracia hispanoamericana progresará en la medida en que prospere la educación tanto cualitativamente como cuantitativamente. Mientras, debemos procurar al líder que mejor este apertrechado intelectualmente, lo que nos garantiza la selección de un equipo de gobierno técnicamente calificado y que presentarán soluciones de forma que el presidente pueda tomar decisiones sobre la base de una realidad compleja.

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