El Norte, perdió el Norte




-Ramón Vargas

Delirando por la grandeza de un pasado que se fue para no volver, Norteamérica ha perdido la brújula.

Y lo que es peor, no se ve en el horizonte la aparición de un político, de esos que aparecen en tiempos de crisis con la capacidad de cambiar el rumbo torcido del otrora hegemónico País.

Por el contrario, su futuro está atado a dos octogenarios que están quemando los últimos cartuchos; uno que cuando piensa se equivoca, se duerme sentado y se cae cuando camina… el otro reivindica a Jefferson Davis y añora el Ku Klux Klan.

Con una inflación en aumento continuo y amenaza de recesión en su economía, Biden destina millones para sostener un Zelensky que se cae, mientras importa desde Europa leche en polvo para los niños, ¡Se oyó bien!, Los Estados Unidos con todo su poder importa leche en polvo.

La política internacional del País norteño ha pasado de la incoherencia a la ridiculez. Así, mientras declara que sigue apoyando a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, quien ya no puede salir de su guarida porque a los lugares que llega es agredido, acosado y culpado de traidor, se reúne con Nicolás Maduro. Empujan los vasallos europeos a boicotear el petróleo ruso, al mismo tiempo que sigue comprando el oro negro de Putin.

En su tiempo de campaña, Biden calificó a los saudíes de voladores de derechos humanos, ahora se humilla a Riad rogando para que respondan sus llamadas y lo ayuden contra Putin. Y entre tumbo y tumbo realiza una cumbre donde en la foto final sale flanqueado por Duque que voló y Bolsonaro, que prepara sus maletas y quién sabe si también plancha su uniforme de rayas… El debilitamiento y pérdida de influencia luce irreversible para Norteamérica, en un mundo donde los cambios suceden con mucha rapidez.

Decía Alexéi Miller, el mandamás de Gazprom, que estamos experimentando cambios tectónicos en la economía y el comercio; y habla de que los recursos energéticos y las materias primas tienen más valor que el dinero. A juzgar por la realidad que vive el mundo donde las sanciones cada día tienen menos efectividad, parece darle la razón.

Ya las sanciones afectan más a quienes las aplican que a los que pretenden castigar. Rusia con sus grandes recursos luce blindada; sus ingresos aumentan mientras crece la demanda de China y la India por los recursos de Moscú, necesarios para sus industrias y economía. La capacidad de presión occidental está agotada, ya no tienen más sanciones que aplicar.

Aumenta la presión de varios países para cambiar esa política, que más que a Putin, los afecta a ellos.

El peor error no es equivocarse, sino seguir cometiendolo.

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