La educación político electoral del votante



Isidro Toro Pampols

Es recurrente escuchar que los votantes tienen poca formación política electoral y por ello la transformación de la voluntad política, mediante el sistema electoral aceptado, arroja resultados muchas veces poco anhelados y proyecta un deterioro en la calidad democrática de un país. De allí la importancia de la educación del votante. Veamos algunos tópicos de esta.
En la medida en que los ciudadanos desarrollen actitudes, comportamientos y conocimientos cónsonos con el sentido democrático, será más proclive alcanzar niveles satisfactorios de gobernabilidad y gobernanza. Los procesos electorales en comunidades que han internalizado valores cívicos conformes a los establecido en las leyes y reglamentos, la organización electoral será más efectiva y el accionar político de los ciudadanos en favor de sus partidos transcurrirá con mayor normalidad, con tolerancia del otro, lo que facilitará la aceptación general de los resultados.
La democracia tiene la característica de ser una especie de oxímoron: las herramientas que se utilizan para su fortalecimiento son las misma que esgrimen para acabarla. Cada proceso electoral cuyos resultados favorecen, aunque no ganen, a sectores extremistas, radicales, antidemocráticos, sean catalogados de izquierda o de derecha, es un llamado de atención sobre las amenazas a la que se enfrenta el sistema democrático.
La educación en general y la política electoral en particular, no puede por si sola sostener la democracia. Seria una exigencia ultra petita. Pero si es una realidad que una ciudadanía formada, apertrechada con herramientas útiles para evaluar con criterios razonables, puede proteger la democracia frente al accionar de grupos que penetran por las rendijas que dejan las insuficiencias del sistema político existente.
Un programa ambicioso de formación político electoral debe contemplar un plan de educación cívica donde, entre otras materias, se asimilen temas sobre los roles y responsabilidades de los ciudadanos, el gobierno, los partidos, las organizaciones sin fines de lucro, los poderes facticos que incluye la banca, los medios de comunicación, las iglesias, los sectores comerciales, entre otros. Que el elector internalice la importancia de unas elecciones libres, periódicas y competitivas. El votante debe comprender el peligro que implica que en un momento dado una población pueda apoyar, emocionalmente, un cambio estructural en el sistema, sin percatarse de lo lesivo que puede ser para el ejercicio democrático posterior.
Otro aspecto para difundir es la información electoral que es la propia de un evento comicial determinado y que todo votante debe conocer para ejercer su derecho, por ejemplo, ubicación del colegio electoral, la fecha y horarios, entre otros.
Finalmente, la educación electoral básica que implica ir más allá de la información elemental. Temas como los derechos electorales como parte los derechos humanos; el rol, las responsabilidades y los derechos de los electores; la calidad de las elecciones en los sistemas democráticos, las condiciones necesarias para votaciones democráticas; el secreto y la importancia de cada voto, cómo se transforman en escaños y en otras instituciones del Estado democrático.
En Iberoamérica, muchos de los grandes partidos históricos que se han reducido perdiendo el apoyo electoral tienen entre las causas de su deterioro la ausencia de programas de formación política o, en muchos casos, se reducen a abordar la historia de la agrupación y la información electoral, esto último con el fin de garantizar que el elector no se equivoque al marcar la preferencia en boletas con muchas opciones.
Los partidos políticos tienen la responsabilidad de preservar el sistema democrático esencial para su propia existencia. Sin democracia no hay partidos políticos y viceversa. Ese compromiso no es único de estos, pero si fundamental. Cuando una organización mediatiza o abandona el programa de formación de sus militantes, cuando no promueve foros, encuentros, mesas de discusión participativa con afiliados, simpatizantes y electores en general; en fin, cuando deja de formar ciudadanía, está contribuyendo al deterioro de la calidad democrática, primera fase que facilita el impulso de los antisistema que abonan el camino para la liquidación de la democracia.

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