-Ramón Vargas
El allanamiento al lujoso refugio Mar-a-Lago, de Donald Trump en Florida, es el reflejo de la descarnada lucha por el poder en los Estados Unidos. Se pensaba que eso solo podía suceder en un País tercermundista y no en Norteamérica, donde los expresidentes son exhibidos como piezas de museos con todos los protocolos y consideración que su pasada responsabilidad merecen. Si como resultado de ese allanamiento no consiguen las pruebas que incriminen a Donald Trump, éste, que es un experto utilizando los errores de los contrarios, los demócratas acaban de regalar la presidencia al agresivo expresidente. Hay que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.
El allanamiento en tanto un juez autorizó, fue ejecutado por el Departamento de Justicia y el FBI. Paradójicamente, el jefe de este último departamento, Cristhofer Wray, fue nombrado por Donald Trump.
Si tomamos en cuenta que esos departamentos están dirigidos por profesionales, que debían estar conscientes de los riesgos y repercusiones que ese allanamiento provocaría, las razones y sospechas debían ser poderosas. En caso de no lograr nada, los fanáticos y radicales que lidera el expresidente, tendrán más motivos para hablar, no sólo de que le robaron las elecciones, sino también de que hay persecución.
Trump, que tiene varios procesos abiertos por incitar el asalto al Congreso, a raíz de la presión a las autoridades de Georgia para desconocer el triunfo de Biden en ese Estado y que fue procesado en el Congreso por presionar para que las autoridades de Ucrania le entragaran pruebas de los turbios negocios de Hunter Biden (hijo del presidente), en ese País.
Si Trump sale ileso de esto, y no le presentan cargos por irregularidad y pruebas creíbles, los estaremos viendo pasar de la defensiva a la ofensiva, es decir, al terreno donde mejor juega. Todos sabemos de las diabluras y de lo que es capaz Donald Trump, pero percibirlo es muy diferente a probarlo…
Estados Unidos nunca había estado en una situación de tanta vulnerabilidad. No sólo está siendo cuestionado y su influencia disminuida por todo el mundo; la lucha política interna, con un liderazgo débil, donde un octogenario es incapaz de impedir que otra octogenaria (Nancy Pelosi) cometa un error geopolítico descomunal, en un momento crucial que vive el mundo, y con otro octogenario al acecho, y otro octogenario que aspira (Bernie Sander), no son buenas noticias para Washington.
Si no aparece una alternativa joven con visión para enderezar ese país que sustituya esos cuatro dirigentes, que juntos suman más de 350 años, el futuro de Norteamérica luce incierto…
