Colombia: Ejemplo de rebelión de las culturas excluidas




Narciso Isa Conde

Cierto que el Pacto Histórico en Colombia no fuera lo que es, ni hubiera triunfado electoralmente, si no se hubiera producido la persistente rebelión multitudinaria iniciada con el PARO NACIONAL en el 2019, desatado en grande en medio de las pandemias en el 2020 hasta impactar el año 2021 previo a las elecciones nacionales.

Pero debemos reconocer que ese paro, precedido de múltiples luchas y rebeldías cercanas, seguidas de una original confluencia subversiva de diversas culturas excluidas y oprimidas, no ha sido todavía debidamente ponderado en su trascendencia.

Me cuentan que hay un antes y un después del PARO NACIONAL. Un antes y después de las confrontaciones desplegadas con alto niveles de creatividad y exorcismo artístico-cultural realmente impresionantes.

La Colombia de los y las de abajo subió a la superficie junto a su variado acervo en el vasto campo del conocimiento científico, de las artes y del hermoso imaginario de un pueblo hastiado de violencia opresora y discriminaciones odiosas.

El pueblo Colombiano subvirtió y arrinconó durante meses las culturas dominantes a escala nacional, con fuertes e intensas insumisiones rurales, urbanas y suburbanas, gran despliegue de democracia de calle e intensas expresiones de valores culturales menospreciados y maltratados durante siglos.

Emergieron los/as nadie. La pobrecía excluida. El pueblo trabajador sobre-explotado y abusado por las imposiciones neoliberales y la cultura de la muerte entronizada en los resortes de poder.

Las mingas.
Las negritudes.
Los feminismos.
Los movimientos ambientalistas.
Las familias desplazadas con su carga de sufrimientos.
Las víctimas de la homofobia.
Las capas medias empobrecidas.
La intelectualidad contestataria: escritores, poetas, teatristas, músicos, canta-autores, pintores, folkloristas, artesanos…
Las fuerzas del trabajo y la cultura en franca rebelión.
La creación artística como arma.
Presente las rebeldías castigadas por el paramilitarismo asesino y el Estado narco-terrorista.
Desplegadas las indignaciones generadas por la guerra sucia.
Asumida colectivamente la determinación popular de conquistar una paz sistemáticamente negada o traicionada y de ponerle fin a la impunidad descarada.
Presente desde las montañas las insurgencias inclaudicables con sus mochilas repletas de heroísmo y sacrificios inconmensurables
Bolívar con su espada confrontando a Santander.
Calles y plazas inundadas de rebeldías y revolución cultural.
Emergieron así, desde la base de la pirámide social, las culturas emancipadoras.
Floreció una diversidad de actores sociales confluyendo en una gran avalancha que llegó a demandar la cabeza del presidente de turno; sellando así el principio del fin del anciano régimen, pendiente todavía de un desmonte que habrá de exigir renovadas rebeliones.

• De las calles a las urnas: límites y retos.

Bloqueada la ruptura, porque el despliegue de energías no alcanzó para consumarla, la avalancha se volcó hacia las urnas, donde la victoria alcanzada se ve obligada a montarse sobre la vieja institucionalidad y a entrar en una ruta mucho más incierta por la segura resistencia combinada de la coyunda imperial, las elites capitalistas y las estructuras militares, policiales y partidistas a su servicio.

Vale de todas maneras el cambio cultural generado durante el PARO NACIONAL y más allá.
Todo cambió, menos el viejo régimen deslegitimado, después de esa avalancha clasista y multicultural.
La sinfónica nacional es ya también una orquesta de calle.
Cambió el Pacto Histórico, que de pronto se nutrió en grande de las culturas emergentes y de los movimientos sociales en lucha.
Cambió Petro para poder sintonizarse mejor con las rebeliones de las culturas excluidas y el pueblo de a pie.
Cambió el gobierno y el estilo de gobernar: se impuso la cercanía con el pueblo llano.
Emergieron con más fuerza liderazgos como el Francia Márquez, previamente articulados a las subversiones culturales y a la defensa de la vida que confluyeron desafiante en el PARO NACIONAL.

Las derechas liberales y conservadoras se han visto obligadas a un repliegue táctico, que incluye pactos temporales con el nuevo gobierno que luce a la ofensiva, procurando no afectar, más bien reforzar, los vínculos con los sujetos protagonista de PARO NACIONAL que inicia una transición difícil en la que fracasar es el retorno a la oscuridad y a las crueles vicisitudes sufridas ya impugnadas.

El neofascismo no ha cambiado.

El fascismo no cambia.
Por el momento está considerablemente aislado, pero siempre es de temer, más aun con una parte importante del paramilitarismo de su lado, con la narco-burguesía, cuerpos militares, de la lumpen-burguesía… de su lado. Pendiente todavía un posible re-viraje de las derechas impenitentes temporalmente apaciguadas.

Si las clases dominantes no se suicidan ni se rinden, las mafias políticas y militares, que tanto abundan en Colombia, menos.

Ese pleito está «casad»o, tan «casado» como el que habrá que librar contra el Norte Revuelto y Brutal, que en su decadencia, solo da señales de más agresividad, sobre todo en su mal llamado patio trasero en franca y complicada rebeldía.

El imperialismo occidental, con EEUU a la cabeza, no cambia para bien.
Maniobra con un Biden amenazado por un Trump que se revuelca en sus entrañas, precisamente el aliado carnal del santaderismo de Uribe, Duque y muchos más.

Maniobra con un Biden y unos magnates globalistas que no han dejado de pisar el acelerador de la OTAN, instrumento trasatlántico de la guerra global permanente empleada para recuperar una hegemonía maltrecha, territorios y riquezas. ¡Que cuentan con bases y poderosos sistema militares en el propio territorio colombiano y de cara al control de la diezmada y vital Amazonía!

• Crece la contrapartida popular-multicultural
Pero de todas maneras crece la contrapartida contra la vieja y cruel alienación.
Brota la contra-hegemonía que no ha sido fácil de apreciar en su real dimensión por lo original de sus manifestaciones; y brota desde abajo, impactando gran parte de la sociedad.
Confieso no ha sido fácil para mí -y pienso que para no pocos estudiosos del tema- entender a tiempo el valor trascendente del Paro Nacional, más allá de la manera como erosionó al uribismo.

No ha sido fácil entenderlo en todas sus vertientes, intensidades y volúmenes, por lo cabe también la posibilidad de no apreciar debidamente otros factores contradictorios de un proceso tan peculiar como el que está en marcha en ese país hermano.

En esto se aprende sobre la marcha, con la ayuda de quienes viven y protagonizan ese proceso ejemplar, sometiéndonos siempre a la prueba del acierto y el error.

En la actualidad percibo que en una Colombia cambiante muchas energías positivas en franco despliegue y ellas tiene un valor infinito para librar ese combate trascendente, sobre todo si logran confluir con las de las demás luchas libertarias que se escenifican en Nuestra América.

Me llegan muchos testimonios que confirman esa tendencia.
La insumisión cultural colombiana es ya más que una reserva.
Es un factor activo desde abajo hacia arriba.
Es un torrente presionante contra la restauración de la ignominia y frente todo tipo de vacilaciones o inconsecuencias.
Se logró la reforma fiscal basada en impuestos progresivos a los más ricos.
Avanzan aceleradamente los diálogos de paz con una insurgencia dotada de firmeza, apuntando hacia un solo proceso con múltiples mesas.
El PARO NACIONAL no emitió un cheque en blanco a los nuevos gobernantes, cuyos méritos y aportes políticos no están en discusión.
El tema es que la creación cultural alternativa a cargo de esa modalidad de levantamiento popular y de sus derivadas posteriores, es el factor clave para avanzar.
Acecha si el riesgo de que la imprescindible unidad en diversidad, por exceso de celo de las identidades propias, sea afectada por ciertas dinámicas centrifugas que ya comienzan a expresarse.

Noto -ojala equivocarme- un déficit de antiimperialismo en las nuevas generaciones y los nuevos movimientos sociales. Igual una cierta evasiva de amplios sectores políticos-sociales de la necesidad de enfrentar con determinación a las elites capitalistas responsables de los modelos impuestos y los males acumulados, incluida la negación de soberanía a cargo de la intervención militar de EEUU.

Me parece que no se trata de un fenómeno solo colombiano. Está presente a escala continental, en el contexto de la actual oleada de cambios. Un problema a superar con la creatividad que exige un tránsito tan complejo como difícil.

Tampoco logro comprender por qué no desplegar cuanto antes esa avalancha de rebeldías y liberaciones en expansión para abrir las compuertas de un Proceso Constituyente que procure romper las amarras, refundar el Estado Colombiano, cambiar las instituciones y las reglas de juego desde un pueblo movilizado con vocación de Poder Constituyente.

Pero de todas maneras esa potencialidad existe y ojalá no tarde mucho el momento de su conversión en clamor nacional frente a las obstrucciones de un poder constituido resistente a las transformaciones anheladas, muchas de ellas asumidas desde la calle, la campiña y las montañas

Los desafíos son inmensos y hay que asumirlos a los compases de un despliegue de solidaridad sin límites.

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