Desvirtuando la idea de orden y libertad



Por: Isidro Toro Pampols

“He arado en el mar”.
Simón Bolívar

En Hispanoamérica hemos desvirtuado la idea de orden y libertad muchas veces creyendo que son antagónicas, marcando con este absurdo el destino de nuestras naciones.

“¡Bochinche, bochinche! Esta gente no es capaz de hacer sino bochinche”, (1) es la frase lapidaria del generalísimo Francisco de Miranda cuando fue entregado por un grupo de patriotas al ejército realista español el 21 de julio de 1812, expresión que ha marcado la historia de Venezuela y replicada en algunos países de la región.

Bochinche es contrario a la idea de orden y una sociedad sumida en el alboroto no puede gozar de un clima de sosiego y libertad.

En 1830, en el ocaso de su vida, Simón Bolívar escribe a su lugarteniente Juan José Flores: “He mandado veinte años, y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1. La América es ingobernable para nosotros; 2. El que sirve una revolución ara en el mar; 3. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar; 4.

Este país, caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos, casi imperceptibles de todos los colores y razas; 5. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos; 6.

Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último período de la América”. (*)(2)

Margaret Mead, quizás la mujer más influyente en la Antropología, acuño la siguiente frase: «Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo.

De hecho, son los únicos que lo han logrado»(3), con ello deja constancia que jamás debemos subestimar el poder que tiene una minoría comprometida decidida a cambiar el orden de las cosas, para bien o para mal.


Hoy en nuestra Hispanoamérica vivimos en medio de una turbulencia que lleva a los pueblos a elegir gobiernos calificados según la antigua clasificación de derecha o izquierda. Yo prefiero una distinta: autoritarios o demócratas. Pero sigamos con la tradicional.


Han pasado casi doscientos años y la frase del Libertador Bolívar no ha perdido vigencia. Vivimos entre caudillos populistas, autoritarios de izquierda o derecha, anunciando cambios para refundar las patrias y, finalmente los pocos gobernantes de espíritu democrático no han podido avanzar más allá de dejar algunos preceptos constitucionales escriturados en textos que muchas veces son letra muerta y el mayor éxito es una educación popularizada de baja calidad.


El devenir de la humanidad nos enseña que la acción libre de los seres humanos es determinante para cambiar el curso de la historia. Si bien es cierto que hay tendencias que anuncian desenlaces, los determinismos a rajatabla fracasan frente a la actividad emancipada de hombres y mujeres que marcan la diferencia.
En Hispanoamérica cuando hablamos de republica nos viene a la mente las ideas de respeto al imperio de la ley, la vida, la libertad individual, la propiedad y en cada constitución, desde nuestra independencia, se consagran hermosos derechos que se transforman en letra muerta a pesar de las proclamas de caudillos que alimentan sueños en las masas irredentas que han peleado desde tiempos de la independencia, más por una calidad de vida, una justicia social, que por un ideal republicano que, al final del día, no entendían y del cual solamente hablaban las elites gobernantes de los nuevos países.


Así que la idea de república con justicia social, orden basado en orden y libertad es un ideal de minorías que, haciendo buena la precisión de Margaret Mead, siguen transitando por los vericuetos de la turbulenta historia de Hispanoamérica.

El punto cardinal es la intención de las elites. La mayoría manipulan con la frase del filósofo español José Ortega y Gasset quedándose en la mitad de esta: «yo soy yo y mi circunstancia», dejándole a esta, las circunstancias, la culpa de la tragedia que nos ha distinguido como pueblos olvidando, convenientemente, el final de la lapidaria sentencia de «si no la salvo a ella, no me salvo yo», lo que implica un compromiso de la ciudadanía y especialmente de las elites dirigentes: económicas, políticas, sindicales, religiosas, gremiales, entre otras, de actuar positivamente y no dejarlo a una suerte de fatalidad que, en medio del caos y el desorden, las elites siempre obtienen beneficios, aunque no se sabe hasta cuándo.


Nota
*) Bolívar cuando se refería a América, hablaba de la América española, hoy Hispanoamérica. Cuando habla de “este país”, se refiere a la Gran Colombia que luego de su muerte en 1830, se fragmentaria entre Colombia, Venezuela y Ecuador.

1) https://akifrases.com/frase/122175
2) Tomado de: Kaiser, Axel / Álvarez, Gloria. El engaño populista. Pag 19. Deusto. Barcelona, España. 2016
3) https://eljardindepirrakas.wordpress.com/2015/04/29/antropologia-cultural-margaret-mead/

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