Hubris o la desmesura en un político




Isidro Toro Pampols

“Hubris” es un término originario del nombre de la diosa griega Hybris, que se traduce como orgullo, insolencia, arrogancia en aquella persona que se siente con el señorío de exigir, reclamar, hacer demandas, sin tener derechos.

Hubris alude al ego descomunal de quienes actúan de manera omnipotente. En la mitología griega se refiere a personajes que, en su soberbia, proceden como dioses identificándose con el ultraje o las acciones que quebrantan el orden natural o que violan y humillan a la víctima, muchas veces por mero placer del abusador.

La diosa Hybris pasaba la mayor parte del tiempo entre los mortales y era hija, según algunos autores como Cayo Julio Higinio, del dios Érebo, de la oscuridad y de Nix, de la noche.
La diosa Némesis es la contraparte de Hybris por ser la deidad de la justicia, el equilibrio y la mesura. En la Antigua Grecia no se conocía el concepto de pecado como lo piensa el cristianismo, por lo que cometer hubris era una gran falta. Es prolífica la lista de personajes inculpados en la mitología griega: Belerofonte, quien domó al caballo alado Pegasus, Agamenón, en la Guerra de Troya o de Icaro, quien por querer volar demasiado alto el Sol derritió sus alas y cayó al mar. El filósofo Heráclito (540-480 a.C.) lo muestra como una falta hacia el Nous o la parte más excelsa del alma humana. En la literatura judeocristiana la tentación de ser como Dios que padecieron Adán y Eva es un claro ejemplo de hubris. Otro, la Torre de Babel, ejemplo de la prepotencia humana de querer alcanzar el cielo. (1)

El poder es una de las motivaciones más enérgicas del ser humano. Filósofos como Beltrán Russel o investigadores como David McClelland han colocado el ansia de ejercer señorío como un estimulador de la conducta humana. (2)

El excanciller y neurólogo británico Davis Owen publicó en 2008 el libro: En el poder y en la enfermedad: Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años. Allí acuña el término “síndrome de hubris” (SH) para representar a los personajes que creen estar llamados por la Providencia para realizar magnas obras, muestran tendencia a la magnificencia, la omnipotencia; siendo incapaces de escuchar, mostrándose impermeables a las críticas. Owen expone sus análisis sobre gobernantes colocando de bulto el peligro que representa para la sociedad esta conducta y como, por diversas circunstancias, gente con poder se someten a la dirección de lideres que resultan megalomaníacos.

Ejemplo de sumisión lo tenemos en alegatos como el de Moret Messerli, historiador oficial del dictador español Francisco Franco, quien en 1942 escribe: “Cuando una nación ha llegado al estado de descomposición que ha llegado la nuestra no tiene ya salvación si no es yendo a un cambio profundo y social… y esta revolución nacional exige al frente de ella la figura, no del “líder” del partido democrático, ni de un jefe de Gobierno, ni siquiera la del dictador vulgar y conocido, sino la figura de un Caudillo, es decir, el jefe carismático (don gratuito que Dios concede con abundancia a una criatura), el hombre señalado por el dedo de la Providencia…”.

Discursos como el precitado abundan en la literatura aduladora de la política mundial y especialmente en Hispanoamérica. No solamente las loas a los tiranuelos sino a todos los prospectos de gobernantes autoritarios que, por la vía del entramado legislativo y judicial, buscan maneras de imponer su atrevimiento y mantenerse en el poder más allá de la voluntad popular.

En la Antigua Roma, cuando un general regresaba victorioso lo recibían con un gran desfile, le imponían una corona de laurel y le colocaban un esclavo que le iba susurrando: “recuerda que eres mortal”. En la solemnidad de la coronación de un nuevo Papa con la Tiara como líder de la Iglesia Católica en la Tierra, siempre le recuerdan la alocución “sic transit gloria mundo” o sea, lo efímero del reinado en este plano existencial. La diosa Némesis presente.

David Owen y el psiquiatra Jonathan Davidson identificaron catorce síntomas que caracterizan el síndrome de hubris. Muchos políticos deberían revisarlos, auto diagnosticarse frente a un espejo y hacer un gran favor a la humanidad.

Notas:
1) Wikipedia
2) https://www.neurologia.com/articulo/2018355
3) Arroyo Luis. El poder político en escena. RBA. Barcelona. España. 2012. Pag 176
4) Owen D, Davidson J. Hubris syndrome: an acquired personality disorder? A study of US presidents and UK prime ministers over the last 100 years. Brain 2009; 132: 1396-406. Tomado de: https://www.neurologia.com/articulo/2018355

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