El legado de Hiram Abi en la edificación Templo de Salomón



Hiram Abi, el maestro artesano en la construcción del Templo de Salomón, es un personaje bíblico que coadyuvó en dejar un trascendental legado para la humanidad.

Hiram Abi, Abiff o Jirán de Tiro, entre otros nombres, es un personaje veterotestamentario citado como el maestro de los artesanos que intervinieron en la construcción del Templo de Salomón, alrededor del año 988 a. C.

Es uno de esos personajes que permiten la creación literaria y, a título de ejemplo, la Orden Masónica centra en torno a su figura la principal alegoría de su aquilatada construcción filosófica.

Hiram Abi, más allá de construir el Templo de Salomón, es una invitación a la construcción individual del templo de purificación personal.

¿De dónde viene este personaje?
La Biblia nos dice:

“13 Yo, pues, te he enviado un hombre hábil y entendido, Hiram-abi.

14 hijo de una mujer de las hijas de Dan, más su padre fue de Tiro; el cual sabe trabajar en oro, plata, bronce y hierro, en piedra y en madera, en púrpura y en azul, en lino y en carmesí; asimismo sabe esculpir toda clase de figuras, y sacar toda forma de diseño que se le pida, con tus hombres peritos, y con los de mi señor David tu padre.”

2 Crónicas 2:13-14Reina-Valera 1960

Como podemos observar, nuestro personaje es experto artesano.

Bajo su dirección se edifica gran parte del Templo, incluyendo las dos columnas principales.

El término Abí, más que un apellido o una extensión del nombre, era un título que reflejaba a un versado, polímata, lo que ahora se conoce como “Maestro” y en ese tiempo, podemos inferir que su saber se extendía más allá de las artes y era instruido en el conocimiento filosófico egipcio y griego.

Para el momento de la edificación del Templo de Salomón, Grecia era una cultura aún marginal entre la florecientes Mesopotamia y Egipto.

Durante el tercer y segundo milenio muchos pueblos migraban de un territorio a otro y en oportunidades desplazaban con violencia a los moradores originario.

Ocurrió con los dorios y otros grupos que llegaron al Peloponeso alrededor del 1100 a. C.

Época en que comienza lo que se conoce como la Edad Media Griega y, durante el siglo XI a. C., se encuentran testimonios que reflejan una síntesis cultural entre lo micénico y las ideas de los grupos invasores que provenían de la Europa continental.

Se localiza cerámica geométrica, así como nuevos útiles y armas donde el bronce cede el paso, poco a poco, al hierro, así como transformaciones en los mitos, pensamiento filosófico y el culto funerario.

Estas invasiones tienen varias consecuencias, entre otras, que estimulan una nueva oleada de emigraciones, fundando nuevos pueblos helenos en la llamada Magna Grecia o el sur de Italia y en las propias costas del Asia Menor.

Incluso llegaron a las playas mediterráneas de lo que hoy es Francia y España.

También se asentaron grupos en ciudades fenicias, forjando una transculturización que irá enriqueciendo el conocimiento aumentando los niveles de complejidad, no solamente en lo material sino en lo filosófico.

En la Fenicia de ese tiempo recalan constructores griegos, jónicos particularmente, quienes desarrollan su arte y ciencia, también filósofos, siendo utilizados sus descendientes, según se desprende de tradiciones, en la construcción del Templo de Salomón en Jerusalén.

Homero (siglo VIII a.C.) nos habla de los mercaderes fenicios que visitaban Grecia.

No es descabellado que artesanos familiares de griegos hayan sido enviados por el rey Hiram (que no es nuestro personaje Hiram Abi) a colaborar con la magna obra de Salomón dejando un legado además del material, el metafísico; testimonio de ello es la semejanza, entre otras, de la leyenda del dios griego Dioniso y muchas elaboraciones religiosas en la región.
Uno de los mitos dionisiacos aparece en el credo del orfismo, donde los antiguos Titanes matan al pequeño dios Dioniso.

Zeus castiga y fulmina con su rayo a los Titanes y de las cenizas de estos y la tierra surgen los seres humanos, que poseen un componente titánico y otro dionisíaco, al nacer con algo de la antigua culpa de la muerte del dios Dioniso, por lo que deben purificarse para volver a encontrar el camino espiritual.

El tema de la purificación espiritual es inmanente en los cultos antiguos y modernos, sean exotéricos o esotéricos.
“Y los albañiles de Salomón y los de Hiram, y los hombres de Gebal, cortaron y prepararon la madera y la cantería para labrar la casa.”

Libro de Reyes I, capitulo V; versículo 18.
Otro testimonio de la influencia helénica, según la Biblia, se desprende del precitado texto que evidencia que los giblitas laboraron en la preparación de los materiales utilizados en la construcción del Templo de Jerusalén.

Gebal, conocida por su nombre griego Biblos, fue una famosa ciudad portuaria fenicia nombrada en varios libros del Antiguo Testamento, entre otros, el de Josué (13:5) y Ezequiel.

En este último se reconoce la pericia del pueblo fenicio en las artes del mar y en 27:9, Ezequiel testimonia: “Los ancianos de Gebal y sus más hábiles obreros calafateaban tus junturas; todas las naves del mar y los remeros de ellas fueron a ti para negociar, para participar de tus negocios.”

El significado de la palabra giblim deducida por su relación con la construcción del Templo del Rey Salomón, representa a experto peritos que entendían la geometría y su aplicación práctica.

En el Antiguo Testamento el relato del Templo de Salomón se encuentra desde 1 Reyes, capítulos 5 al 7 (ya en el 8 traslada el arca), y también se relata en Crónicas, capítulo 2, versículos del 2 al 5.

¿Cuánto de la cultura material y espiritual tanto griega como egipcia había asimilado nuestro personaje Hiram Abi? Pues mucho para ser un protagonista central en la construcción de la obra más emblemática de la cultura hebrea.

Para entenderse con el sabio rey Salomón había que ser polímata y eso completaba la visión de la construcción geométrica del universo, representada en el Templo, como muchos filósofos han abordado desde épocas remotas.
En ese tiempo la gente culta tenía una clara visión del mundo por ellos conocido y algo más, lo que conlleva a la enseñanza sobre la importancia de purificar el alma mediante la construcción, individual, del templo de virtudes en la conciencia humana.

Es el mejor legado dejado por esa estirpe, de la que Hiram Abi era parte, a la humanidad.

Bibliografía
Ferrer Benimeli, Josè Antonio. La masonería. Edición digital. Pàs 71-101
Mackey, Albert G. El Simbolismo Francmasónico. Edición digital.
Orlando Mejía Rivera Introducción crítica a la historia de la Medicina. Universidad de Caldas, Colombia. 1999; pág. 447. Tomado de Wikipedia.
Toro Pampols, Isidro. Faros de la Antigüedad: Los Siete Sabios de Grecia. Pág. 14. Versión en PDF se encuentra en Internet.

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